El implacable bisturí de Pinter
El Español estrena 'Regreso al hogar', una obra clave del Nobel británico
"En sus obras se descubre el precipicio bajo la irrelevancia cotidiana y las fuerzas que entran en confrontación en las habitaciones cerradas". De este modo, la Academia sueca justificó en 2005 la concesión del Premio Nobel de Literatura al dramaturgo británico Harold Pinter (1930-2008). Esta frase podría servir también de resumen crítico de Regreso al hogar, una pieza escrita por Pinter a mediados de los años sesenta, que figura entre lo más representativo de su extensa obra y que fue estrenada anoche en el Teatro Español de Madrid. Influido por el teatro del absurdo de su amigo Samuel Beckett -otro Nobel, por cierto- y guiado siempre por un compromiso político con los valores de la izquierda, el Nobel fallecido en la Nochebuena del pasado año aplicó su demoledor análisis teatral, su implacable bisturí de intelectual, a las instituciones sociales más poderosas, comenzando por supuesto por la pareja y la familia.
Este autor rebelde e irreverente ha sido poco representado en España
En Regreso al hogar, de manera muy directa, Pinter dinamitó todas las convenciones que se tejen alrededor de las relaciones entre padres, hijos y hermanos hasta desnudar con una crueldad inusitada una vida en familia que, en tantas ocasiones, se aleja de los afectos y se acerca a los intereses económicos. En un despiadado texto, lleno de sinceridad grosera y de fina ironía al mismo tiempo, Pinter puso de relieve su militancia en contra del poder y de las jerarquías, una toma de partido que mantuvo desde que se declaró objetor de conciencia con 18 años hasta sus críticas feroces contra la invasión de Irak por parte de estadounidenses y de británicos. Actor, director y dramaturgo, Pinter no se limitó al teatro y dejó firmados, para el realizador Joseph Losey, algunos guiones de cine inolvidables como El sirviente (1963) o El mensajero (1971).
Desgraciadamente, este autor teatral rebelde e irreverente fue poco representado en España hasta los años noventa y su fama cinematográfica entre los aficionados no se tradujo en una presencia mayor en los escenarios. Hubo que esperar, pues, como tantas otras veces a la concesión del Nobel para que Pinter saltara de las librerías de los muy buenos aficionados al teatro a las salas destinadas al gran público. Entre la tristeza y el homenaje, resulta curioso que la reciente muerte de Pinter coincidiera con los ensayos de este Regreso al hogar, una coproducción del Teatro Español y del Centre d?Arts Escèniques de Reus. Cabe asimismo evocar que no es una casualidad que sea un veterano director catalán como Ferran Madico quien haya asumido la responsabilidad de este montaje porque es en Cataluña donde mejor se conoce la obra de Pinter.
En un decorado único, un opresivo salón familiar de clase media, se ventilan las tensiones entre un padre viudo -que está genialmente interpretado por Francesc Lucchetti- con sus dos hijos y un hermano. La llegada del hijo mayor, el triunfador, con su esposa -una Ana Fernández capaz de pasar de la frialdad de una virgen a la sensualidad de una prostituta de lujo- desata todas las contradicciones de un ambiente asfixiante devorado por envidias, odios y egoísmos. Ante un público donde abundaban los compañeros de profesión, en la sala pequeña del Teatro Español, el elenco de Regreso al hogar se ganó anoche los aplausos tras dos horas de una representación, que salvo algunos altibajos o breves salidas de tono, dejó sin aliento a los espectadores. El texto de Pinter, traducido nada más y nada menos que por Eduardo Mendoza, disecciona la familia hasta reducirla al puro hueso, al esqueleto de las miserias humanas de todos los días. Como subrayaba la Academia sueca.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.