Milan Rúfus, el mayor poeta eslovaco
El 11 de enero pasado falleció en Bratislava (Eslovaquia) el poeta Milan Rúfus. Llevaba hospitalizado dos semanas. Hace sólo un mes, físicamente desmejorado pero siempre lúcido, había celebrado en público su 80º cumpleaños, asistiendo a un seminario internacional sobre su obra y a la entrega del premio Crane Summit, concedido por una entidad taiwanesa. Con su muerte, la cultura eslovaca pierde a su autor más popular y más traducido, candidato reiterado al Premio Nobel de Literatura desde 1991.
Milan Rúfus nació el 10 de diciembre de 1928 en Závazná Poruba, un pueblo al pie de los montes Cárpatos. Hijo de un albañil ambulante, se adhirió a los ideales de la construcción del socialismo en la Checoslovaquia de posguerra. No obstante, los rasgos de humanismo cristiano de su poesía no convencieron a las autoridades comunistas, por lo que su primer manuscrito, titulado El niño pinta el arco iris, permaneció inédito hasta 1974. Su siguiente libro, Cuando maduremos (1956), tuvo más suerte. Publicado en un momento de deshielo, consiguió la aprobación de la mayoría de la crítica y el entusiasmo de los lectores. Su lenguaje cultivado y sus creativas metáforas se oponían al estilo simple y estereotipado del realismo socialista, pero la sensibilidad social del autor, manifiesta en sus mensajes pacifistas y en la exaltación del ancestral modo de vida del campesino eslovaco, lo convirtió en un autor tolerado por el régimen.
A partir de Campanas (1968), considerado por muchos críticos su mejor libro, el prestigio de Rúfus no cesó de crecer con títulos como La cuna (1972), La mesa de los pobres (1972), Oda a la alegría (1981) o Pan severo (1987). Su estilo lacónico, concentrado, de resonancias simbolistas, bíblicas y mitológicas, hizo que se le comparase con el gran autor checo Vladímir Holan. Colaboró en varios libros con el fotógrafo Martin Martincek y con pintores eslovacos, destacando también como traductor, sensible ensayista y autor de poesía para niños.
Tras la caída del régimen comunista, la nueva ola de espiritualidad dio una popularidad inesperada a Rúfus, quien, sin embargo, no dejó de fustigar la inhumanidad de la sociedad contemporánea, convirtiéndose en un referente moral en su país. Recluido voluntariamente en su casa de Bratislava, y gracias a la ayuda abnegada de su mujer, Magda, vivía consagrado a la escritura y a su hija discapacitada, Zuzanka, a quien dedicó versos conmovedores. Su ritmo de publicación creció desde Autorretrato tardío (1992) hasta Fidelidad (2007), y tenía anunciado un nuevo libro, Como huellas en la nieve. Su obra se tradujo a las principales lenguas mundiales. En español, tras los poemas publicados en una revista literaria (1992) por Justo Jorge Padrón, aparecieron una antología de su poesía (1997) en versión de Clara Janés y el libro Campanas (2003), traducido por el autor de esta nota.
Ajeno a una vida literaria propicia a la vanidad y la envidia, Rúfus destacaba por su humildad, cordialidad, generosidad y coherencia. Los que lo conocimos lloramos al hombre; el poeta seguirá viviendo en su obra mientras haya alguien que crea en el poder de la belleza y la verdad para hacernos mejores.
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