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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La España de Valle-Inclán

Miguel Ángel Villena

El itinerario del poeta ciego Max Estrella a través de una noche del Madrid de los años veinte se halla entre los viajes más brillantes de la historia del teatro español. No en vano el personaje principal de Luces de bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán, una de las piezas literarias más importantes del siglo XX español, se ha convertido en un símbolo, un raro privilegio sólo al alcance de muy pocos. Paradigma del intelectual menospreciado en un país inculto, mezquino y desagradecido, Max Estrella vagabundea por las calles de la capital en busca de algo de dinero mientras se topa con escritores vanidosos, obreros condenados a muerte por negarse a ir a la guerra de Marruecos, policías corruptos, ministros cínicos, periodistas cobardes y sumisos, prostitutas desquiciadas e incluso compañeros de juerga sin escrúpulos.

LUCES DE BOHEMIA

De Ramón María del Valle-Inclán. Teatro del Temple. Dirección: Carlos Martín. Actores: Ricardo Joven, Pedro Rebollo, Rosa Lasierra y Gabriel Latorre, entre otros. Círculo de Bellas Artes. Madrid. Hasta el 25 de enero.

Sin duda alguna, resulta difícil de igualar la espléndida galería de tipos que desfilan por Luces de bohemia en un texto que alumbró el esperpento, esa forma de tragedia a la española "inventada por Goya", según nos relatan al final de la obra. Aunque Valle-Inclán creó con Luces de bohemia todo un estilo de escribir teatro, el texto está muy ceñido a la época y no ahorra referencias concretas al rey Alfonso XIII, a políticos caciquiles de la Restauración como Maura o Romanones o a toreros de moda entonces, como El Gallo o Belmonte. Irreverente hasta la caricatura e iconoclasta hasta la crueldad, Valle-Inclán no deja títere con cabeza en una obra llena de intención, crítica y mala leche. Por estas razones y por la vigencia que mantiene esta pieza, pese a los 90 años transcurridos desde que fuera escrita, Luces de bohemia ha pasado a ser un clásico que debería representarse con mucha frecuencia. Es más, debería ser cita obligada para estudiantes de Secundaria, al igual que los anglosajones hacen con sus autores de referencia.

Así pues, un montaje de Luces de bohemia, texto complicado de llevar a escena por la multitud de personajes y de situaciones, ha de ser bienvenido. No obstante, la compañía aragonesa Teatro del Temple solamente ha levantado un espectáculo sencillo y un tanto plano, lejos del derroche de imaginación escénica y de trabajo de actores que requiere una obra tan significativa. Con cuatro plataformas móviles para cambiar decorados y ocho actores que han de desdoblarse en infinidad de papeles -entre los que sobresalen Ricardo Joven y Pedro Rebollo-, el empeño de representar Luces de bohemia con fuerza se convierte en una quimera.

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