El Villarreal se va de rebajas
El Sevilla supera a los de Pellegrini, desaparecidos del encuentro
El Sevilla y el Villarreal se enfrentaban en un partido ensombrecido por los fastos del gran clásico. Pero ninguno de los dos equipos brilló lo suficiente ni dio la sensación de seguir con garantías a un Barcelona que anda sobrado de recursos esta temporada. La felicidad y los puntos cayeron al final del lado local. Más por desidia del Villarreal que por mérito del Sevilla, pese a imponerse claramente tras el descanso.
Manolo Jiménez decidió renovar la confianza en el mismo esquema táctico que le valió para vencer al Madrid. Salvo Dragutinovic, en vez de Fernando Navarro, sancionado por acumulación de tarjetas amarillas, el once titular del Sevilla era el mismo. Ni el regreso de Luis Fabiano a la convocatoria hizo dudar al técnico sevillista. Con la moral henchida tras la victoria en el Bernabéu, se esperaba que el equipo de Nervión se postulara como un valiente perseguidor del Barça. También se esperaba del Villarreal. Pero, ante tanta expectativa, se les agarrotaron los músculos. Por no hablar de las ideas.
SEVILLA 1 - VILLARREAL 0
Sevilla: Palop; Konko, Squillaci, Escudé, Dragutinovic; Duscher, Romaric (Fazio, m. 80); Jesús Navas, Renato, Adriano (Diego Capel, m. 83); y Kanouté (Luis Fabiano, m. 58). No utilizados: Javi Varas; Mosquera, David Prieto y Maresca.
Villarreal: Diego López; Ángel, Gonzalo, Godín, Capdevila; Cazorla, Eguren, Senna (Altidore, m. 57), Pirès (Matías Fernández, m. 57); Ibagaza (Guille Franco, m. 75) y Llorente. No utilizados: Viera; Edmilson, Fuentes y Bruno.
Gol: 1-0. M. 45. Renato bate a Diego López después de un control de Kanouté.
Árbitro: Megía Dávila. Expulsó a Llorente por doble tarjeta amarilla. Amonestó a Renato, Ángel, Ibagaza y Palop.
45.000 espectadores en el Sánchez Pizjuán.
El balón volaba por los aires sin nadie con cabeza para bajarlo a la tierra
Si el Sánchez Pizjuán hubiera aparecido ayer sin el círculo central, ninguno de los dos equipos lo habría echado en falta. El encuentro transcurría con el balón volando por los aires, sin nadie que utilizara la cabeza para bajarlo a la tierra y tratar de conectar algo más de dos pases seguidos a ras de suelo. No hubo manera. La banda ancha se convirtió en una tómbola, en la que el azar llevaba el boleto ganador a los pies de uno u otro equipo porque los centrocampistas habían abdicado de sus funciones.
El Sevilla y el Villarreal se rifaban el cuero. Las pérdidas de balón y los fallos en los pases dibujaban un partido más propio de patio de colegio. ¿Qué hacían, pues, los medios centro? Duscher y Romaric se pasaron el primer tiempo sumidos en un caos mental mientras que Renato se desesperaba. En el cuadro de Pellegrini, tres cuartos de lo mismo. Ibagaza, a quien el técnico chileno colocó por detrás de Llorente, estaba desaparecido. Tampoco Senna se sentía cómodo. Sólo las carreras de Cazorla y Pirès sustentaban al equipo. De poco servía.
Sin Nihat ni Rossi, afectados por una gripe, el submarino amarillo no torpedea. Ayer iba a la deriva, sin capitán ni timón que le guiara a la meta de Palop, al que el Villarreal dejó respirar tranquilo. Viendo la pasividad del conjunto castellonense, el Sevilla tomó las riendas. Aunque lo hizo más por inercia que por convicción. Fue esa inercia la que empujó al cuadro de Jiménez a encontrar una ganga entre tantas rebajas. Un cabezazo de Adriano al punto de penalti acabó en las botas de Kanouté. Su control deficiente lo convirtió en bueno Renato.
Irse al vestuario con el marcador favorable sin apenas merecerlo sacudió las tripas del Sevilla, que volvió del descanso como nuevo. Nada que ver con la actitud del Villarreal, un equipo que nunca tira la toalla pero que ayer, escaso de ideas y con la expulsión de Llorente tras el descanso, evidenció que la garra no siempre da la victoria. La segunda mitad llevó el nombre del Sevilla. Los de Jiménez apabullaron al equipo de Pellegrini a través de las internadas de Adriano, incansable y excepcional ayer, y un Renato que recuperó el mando. El triunfo pudo ser aún más abultado de no ser porque Diego López se ganó el sueldo con creces.
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