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Reportaje:

Cordero para 200.000 fieles

La comunidad musulmana celebra en Madrid la tradicional fiesta religiosa

Mohamed Lamine, de 60 años, formó parte del Ejército español. Fue hace mucho, en los setenta. Ahora vive en los campos de refugiados saharauis del Tinduf, en Argelia. Desde hace algunas semanas está de paso en Getafe, junto a otros ocho saharauis. Han venido a España a recibir los tratamientos médicos a los que no tienen acceso allí. Pero ayer fue un día especial.

Los casi 200.000 musulmanes que viven en la Comunidad de Madrid celebraron ayer la fiesta del cordero (Aid El Adha), en recuerdo del animal que Abraham degolló como sacrificio a Dios en lugar de su propio hijo. Mohamed y sus compañeros lo hicieron en el chalé que el Ayuntamiento de Getafe y la Cruz Roja han puesto a su disposición.

Un fuerte olor a cordero y especias inunda los sentidos nada más entrar. Dentro, una bandeja de carne preparada por Fadala y Salouka, dos de las mujeres saharauis, y una cazuela de cuscús que ha cocinado Mamun, el traductor que vive con ellos en la casa, presiden la sala principal. Allí, una veintena de personas comparten mesa y mantel. Son vecinos, miembros de Cruz Roja y de la asociación de amigos del pueblo saharaui de Getafe e incluso una concejala del Ayuntamiento.

Mamun oficia de maestro de ceremonias. "Es una de las fiestas centrales del pueblo musulmán y se celebra dos meses después del Ramadán", precisa. Una celebración en la que las familias, los vecinos y los amigos se reúnen para comer. Para ello han recibido un cordero sacrificado antes en el matadero municipal según la tradición: tras colgar al animal con la cabeza mirando a la meca, el matarife lo degüella con un cuchillo santo mientras reza versos del Corán.

En el fondo, la comida es sólo una excusa. "Sirve para estar dichoso junto a los que quieres, para pedir perdón por todo lo malo que uno haya podido hacer y para ayudar a los que lo necesitan", explica Mamun.

Tras la comida, los saharauis, todos descalzos, charlan en torno al té sobre su vida en los campamentos de refugiados. "Allí todo es duro", traduce Mamun. Y siguen hablando de su tierra.

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Mohamed Lamine sirve té a sus compañeros saharauis y a una trabajadora social de la Cruz Roja.
Mohamed Lamine sirve té a sus compañeros saharauis y a una trabajadora social de la Cruz Roja.CLAUDIO ÁLVAREZ

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