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Reportaje:OPINIÓN

Vivo tras el bautismo de fuego

La campaña estadounidense aparece llena de oscuros temores sobre la seguridad de Obama. Pero el candidato demócrata, mucho más sólido tras dos años de batalla, sigue prometiendo esperanza

Timothy Garton Ash

Dónde estabas cuando dispararon contra Obama? La frase que esperamos no tener que decir nunca. Una frase que incluso he dudado en poner por escrito, como si el mero hecho de escribir las palabras pudiera invitar a la desgracia. Pero ese miedo está ahí, en el fondo de nuestro cerebro, cada vez que vemos a Barack Obama sumergiéndose en las multitudes. Llevo varias semanas siguiendo las imágenes de la campaña electoral en los canales estadounidenses de información continua, en los que se examina cada mínimo detalle hasta el agotamiento, y, sin embargo, no he oído mencionar esa posibilidad ni una sola vez. En cambio, casi todos los días tengo alguna conversación privada en la que sale a relucir el tema, sobre todo cuando hablo con periodistas.

Es irresponsable el giro de la campaña de McCain y Palin al emprender ataques personales contra Obama
Sin querer precipitarse, el demócrata prepara ya listas de colaboradores y prioridades políticas para el Gobierno

¿Está bien esa autocensura de los medios? ¿Quizá no debería ni estar escribiendo esto? Por ahí hay gente inestable y sugestionable. Tal vez no hay acuerdo entre los expertos sobre el efecto psicológico que tienen las informaciones sobre esos temas en los medios de comunicación, pero es evidente que algún efecto tienen. Hace unos meses, en un blog, su autora dijo que, ese día, "asesinar a Obama" figuraba en la lista de los 100 términos más buscados en Google. Su opinión era que los artículos de prensa sobre el peligro de atentado habían aumentado el número de búsquedas, y que el hecho de que ella lo mencionara en su blog podía aumentarlo aún más. Quizá esta columna también contribuya.

No obstante, ignorar este asunto por completo, no mencionar jamás por escrito lo que tantos piensan, es ignorar algo que es importante. Sólo con ese lúgubre fondo de temor es posible comprender la absoluta irresponsabilidad que representa el giro que ha dado la campaña de McCain y Palin al emprender ataques personales contra Obama, su carácter, su biografía y su patriotismo, unos ataques que, en otros contextos, no dudaríamos en calificar de difamación. La acusación hecha por Sarah Palin de que se ha dedicado a "ser amigo de terroristas", los mensajes telefónicos automáticos en los que se le relaciona con el "terrorista local" William Ayers; la turbia insinuación de que es extranjero, o incluso antiamericano, la rima de Obama con Osama; la falta de reprimenda instantánea cuando algún idiota, en un mitin de Palin, lanza un grito de "¡terrorista!" o incluso "¡que lo maten!"...

Los seguidores de Palin podrían replicar que esto es Estados Unidos, no la ñoña Europa. Luchamos duro y luchamos para ganar. En esta tierra de hombres de verdad no pasa nada por sacarse un poco los ojos mientras nos revolvemos en el suelo. Pero los republicanos más responsables no están de acuerdo. Afirman que, si de verdad quieren poner "el país por delante" -el lema de campaña de McCain-, no deberían ir en esa dirección ni arriesgarse a agitar esos demonios. No es casualidad que a Obama le ofrecieran protección del servicio secreto desde muy pronto en las primarias. Al ver las medidas y elocuentes palabras de apoyo de Colin Powell a Obama, muchos habrán recordado que, según se dijo, uno de los motivos por los que el propio Powell no se presentó a la presidencia fue el miedo de su mujer a que lo asesinaran. Ningún analista serio puede tener dudas de que el riesgo para Obama, por muy eficaz que sea su protección, es mayor que el que correría un candidato blanco.

Es evidente que los locos, xenófobos y racistas están ahí, de todas formas. Pero se trata de que nadie pueda alegar jamás, ni con el menor asomo de credibilidad, que la campaña republicana les dio la menor pizca de estímulo. Me parece importante dejar claro que he oído a varios republicanos blancos decir, con auténtica sinceridad, que sería magnífico que Estados Unidos tuviera un presidente negro.

Esta crítica del giro desagradable que ha dado la campaña de McCain y Palin perdería cierta fuerza si la campaña de Obama hubiera emprendido ataques similares contra el carácter y la biografía de los candidatos republicanos. No hay duda de que el bando demócrata también ha hecho algo de campaña negativa, y la excelente página factcheck.org revela que el propio candidato, a veces, ha falseado algunas propuestas políticas de McCain. Pero nunca ha recurrido a los ataques personales mezquinos. En el último debate, incluso se contuvo heroicamente y no puso en tela de juicio las condiciones de Sarah Palin para ser presidenta. Su mensaje implícito fue: que juzgue el pueblo estadounidense. Es decir, la campaña de McCain y Palin está jugando con fuego de forma unilateral.

Y lo que está en juego en esta elección es cada día más. Tengo la impresión de estar observando una partida de póquer en la que se van acumulando enormes montones de fichas en la mesa. Tanto las pérdidas como las ganancias posibles son inmensas. Lo que podemos ganar es no sólo el tanto simbólico de elegir al primer presidente afroamericano y a un hijo del mundo que tiene depositadas las esperanzas del mundo en él. Es, además, la llegada al cargo más importante del mundo de una persona que tiene todo lo necesario para poder desempeñar muy bien su tarea.

No siempre me lo pareció. El año pasado lo encontraba todavía muy inexperto. Pero Obama ha adquirido más talla con cada nuevo reto. Para empezar, ha demostrado una fuerza y una capacidad de resistencia enormes. Con el largo enfrentamiento contra Hillary en las primarias, lleva haciendo campaña sin cesar casi dos años. A través de todos los altibajos y durante la crisis financiera de las últimas semanas, se ha mostrado fresco y sólido como una roca. Ésas son cualidades que vienen muy bien a un presidente.

En los debates se mostró digno, bien informado y maduro, frente a un John McCain gesticulante que parecía el jovencito temperamental. Recibió los ataques del viejo piloto de combate con una sonrisa irónica que claramente volvía loco a McCain. Tiene un cierto despego críptico que es una ventaja para quien ocupa un puesto de mando. Desde el punto de vista personal, parece centrado y arraigado. Se siente que éste es un hombre que sabe quién es. No porque siempre haya sabido quién es, como el heredero de "un largo linaje de McCains", sino porque, durante mucho tiempo, no lo supo, y luego lo averiguó por su cuenta y con mucho esfuerzo, mediante la búsqueda de la que habla en su autobiográfica Dreams from my Father. Tiene, por así decir, el arraigo de los desarraigados.

Además, ha eliminado parte de la palabrería que se oía al principio de la campaña. Ha demostrado un claro dominio intelectual de los temas políticos, la capacidad de absorber y sintetizar el consejo de los expertos y una atención constante a unas cuantas prioridades estratégicas: la situación económica de la clase media, la sanidad, la educación, la energía.

Después del último debate, algunos de los expertos que dieron su opinión inmediata en CNN se quejaron de que había estado "como un catedrático" (¿qué tienen contra los catedráticos?). Después de ocho años de "un tipo con el que te irías a tomar una cerveza" (George W.), a lo mejor no estaría mal tener a alguien que comprenda verdaderamente los temas complejos. Aunque no quiere vender la piel del oso antes de cazarlo, Obama está preparando ya sus listas de colaboradores y prioridades políticas para el Gobierno, decidido a empezar su primer mandato en mejor situación que Bill Clinton. Cada semana que pasa, siento más respeto por él.

Por supuesto, uno nunca sabe hasta que llega la hora de la verdad. ¿Tendrá el valor necesario? ¿Podrá hacer que la pesada maquinaria de Washington, incluidos los representantes de su propio partido en el Congreso, funcione con eficacia para hacer realidad sus objetivos estratégicos? No sabemos. Pero lo que hemos visto este otoño nos sugiere que tiene todas las posibilidades de ser un presidente muy bueno, tal vez incluso un gran presidente.

Éstas son sólo algunas de las razones por las que ninguna otra elección estadounidense desde 1932 ha tenido un lado tan oscuro, lleno de miedo, y otro tan brillante, lleno de esperanza.

www.timothygartonash.com. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

El asesinato del presidente  Kennedy, en 1963, es un precedente que hace temer por la seguridad de Obama, otro abanderado del cambio.
El asesinato del presidente Kennedy, en 1963, es un precedente que hace temer por la seguridad de Obama, otro abanderado del cambio.

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