El fuego no pudo con el monte
La superficie quemada en verano, sin apenas grandes incendios, fue tres veces inferior a la media del último decenio
Las lluvias de junio, la prevención, más conciencia ciudadana, el endurecimiento de la legislación, la investigación policial, los medios de extinción, incluso la suerte. Los expertos explican en una confluencia de factores que el fuego no haya podido con el monte este verano. Los primeros nueve meses del año son, con mucho, los de menos superficie quemada desde hace al menos diez años. Los datos cantan. Hasta el 21 de septiembre, fecha del último informe del Ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, se habían quemado 36.840 hectáreas. Es decir, tres veces menos que la media del último decenio y la mitad de terreno que se quemó el año pasado, ya más benigno.
En estos nueve meses sólo hubo cuatro grandes incendios (de más de 500 hectáreas), por los 29 que se promedian desde 1998. El mayor de este verano se originó tras un accidente de tráfico en los Pinares de Zuera (Zaragoza), que quemó unas 2.500 hectáreas. Una tragedia ecológica que palidece ante las más de 25.000 de Sevilla y Huelva en 2004; las 12.000 de Guadalajara en 2005; las alrededor de 80.000 en varios siniestros de Galicia en 2006 o las casi 40.000 de los tres fuegos que arrasaron Canarias el año pasado.
Un satélite sirve para detectar los conatos y actuar lo antes posible
El incendio de Guadalajara, en el que murieron 11 personas, supuso un antes y un después en la política contra el fuego. Las leyes se endurecieron, se prohibieron las barbacoas en lugares de riego y "la gente comenzó a sensibilizarse", según Raúl Navarrete, responsable de incendios forestales de Ecologistas en Acción.
Varios portavoces de organizaciones ecologistas y de Protección Civil coinciden en que la gran humedad del final de la pasada primavera es la principal responsable de este verano tan tranquilo. "Llovió tarde y el campo ha estado húmedo más tiempo. Eso ha provocado un verano muy corto", explica Félix Romero, de WWF Adena.
Esta circunstancia, sin embargo, era al principio del verano un riesgo añadido en opinión de los propios ecologistas y del Ministerio de Medio Ambiente. En julio argumentaban que el pasto que crecía gracias a las lluvias se secaría y se convertiría en combustible potencial para las llamas. "Pero para que prenda el fuego tiene que haber una chispa; este año hubo menos chispas y una reacción más rápida", dice el responsable de Ecologistas en Acción.
Un mando del Seprona, la unidad ecológica de la Guardia Civil, también resta importancia a las lluvias de la primavera. "Quien quiere quemar, quema", asegura. "Ha habido días en los que se podrían haber dado grandes incendios, pero cada vez estamos más preparados, conocemos a los incendiarios, los tenemos controlados y ellos tienen miedo porque lo saben", explica. En opinión de esta fuente, tragedias como la de 2006 (que arrasó Galicia) "son historia". "Puede haber sucesos, pero sabemos reaccionar cada vez mejor".
Pilar Gallego, directora general de Protección Civil y Emergencias, también hace hincapié en "el refuerzo de efectivos que permiten una rápida respuesta en caso de incendio". "No cabe duda", añade, "de que existe una mayor concienciación social y, también, una insistencia por parte de todas las Administraciones públicas en las actuaciones de carácter preventivo". Su departamento ha puesto en marcha este año un sistema de detención de los fuegos vía satélite para actuar lo antes posible.
Pero los ecologistas advierten que la suerte es transitoria y reclaman que los montes tengan planes de gestión que los hagan más seguros y que se aprovechen económicamente para que no haya tentación de quemarlos. Su organización aspira a que el 40% del terreno forestal de España tenga planes de gestión. Actualmente sólo cuentan con él un 13%.
El Gobierno anunció ayer que invertirá 250 millones en los próximos dos años en la prevención de incendios forestales.
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