Phelps anuncia su gloria
La deuda del COI con Atenas era similar a la de Pekín tras el fiasco para los Juegos de 1996. En 1997, en Lausana, la capital griega, ya sin la zafiedad del intento para el centenario, ganó a Roma, aunque los problemas de capacidad organizadora no habían cambiado. Las dudas seguían, pero el COI es buen pagador. Y sí había variado algo importante. Era clave la presencia a la cabeza del comité de candidatura de Gianna Daskalaki, esposa del multimillonario naviero Theodore Angelopoulos, y mujer con un carisma muy adecuado para dar otra imagen y matices totalmente distintos a ojos de los mosqueados votantes.
Lo increíble fue que tras ser clave en el triunfo, los vaivenes políticos llegaron a apartar a la señora Angelopoulos del cargo en medio de la complicada etapa de preparación. Sólo la amenaza del COI de quitar incluso la sede a la ciudad ante el caos la devolvió a su puesto. Aun así Atenas llegó con el tiempo justo por el retraso en muchas obras. Las dudas sobre la viabilidad de sus Juegos planeó siempre y para colmo se produjo un escándalo monumental de dopaje antes de empezar. Dos de los atletas griegos más conocidos, Konstantinos Kenteris y Ekhaterina Thanou, protagonizaron un caso rocambolesco. Cuando les trataron de hacer un control por sorpresa ya en la Villa huyeron y simularon un accidente de moto para evitarlo. El COI les expulsó y no perdonará nunca el engaño. Incluso impidió participar a Thanou ahora en Pekín. Lo suyo había superado la trampa.
Fue una mancha más para Grecia, pero después de tantos problemas los Juegos despegaron con obligados recuerdos a su historia. El atletismo empezó en Olimpia con la final de lanzamiento de peso. El estadio Panathinaikos de 1896 fue usado como escenario para el tiro con arco y como final del maratón.
Pero la mejor propaganda salió de la piscina. Michael Phelps anunció su gloria absoluta con una hazaña ya monumental. Al no superar los siete oros de Mark Spitz en Múnich 72 pareció que había hecho poco. Pero con sus seis oros y dos bronces, un récord de medallas en una sola edición que sólo había logrado el gimnasta soviético Alexander Ditiatin en 1980 (tres oros, cuatro platas y un bronce), se colocó entre los más grandes. Un héroe moderno en tierra antigua.
Hubo también heroínas. De nuevo la piragüista alemana Birgit Fischer, en sus sextos Juegos, y la nadadora estadounidense Jenny Thompson, en sus cuartos, agrandaron su leyenda hasta las 12 medallas, ocho de oro. Sólo quedaron ya por detrás de las 18 (9-5-4) de la gimnasta soviética Larisa Latynina entre 1956 y 1964.
En Atenas participaron 26 atletas menos que en Sidney, pero se volvieron a superar los 10.000 y se batió por primera vez la barrera de los 200 países. Hubo 301 pruebas, una más que en 2000, y la proporción de mujeres rozó ya el 40%. China fue segunda del medallero, a sólo cuatro oros de Estados Unidos, cuyo dream team de baloncesto tuvo su peor fracaso al perder en semifinales con Argentina, luego oro, y se tuvo que conformar con un humillante bronce, como en Seúl 88.
España mejoró, pero al final quedó la misma sensación de frustración. Se confirmó que los 13 oros de Barcelona fueron una racha solitaria. Abundaron las platas, 11, y los diplomas. En Atenas volvió a haber sólo tres victorias, como en Sidney. Repitió Gervasio Deferr, la vela, esta vez el 49er de Iker Martínez y Xabier Fernández, y surgió la estrella del piragüismo, David Cal.
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