3.000 piezas
Uno siempre se acostumbra a las cosas malas de la vida antes que a las buenas.
Soy incapaz de escribir más de dos frases seguidas.
No sé qué día empecé a sentirme cansado. Lo que sí sé es que desde entonces no he dejado de sentirme cansado. Tengo cero capacidad de concentración. Me disperso. Pongo la tele. Lo peor de todo es que me he acostumbrado a vivir cansado. Contador se ha quedado sin medalla en ciclismo. Duermo poco y mal. Debería hacerme un estudio del sueño. Esto llevo pensándolo unos catorce años. Le pido a Elías que me ayude a tirar una mesa. "¡Qué dices, no la tires!". Elías acaba de llegar de la India y se va a quedar en mi casa una temporada. Acumulamos sin cesar taras físicas y psíquicas que nunca atendemos porque estamos demasiado ocupados con lo cotidiano. Nadal ha ganado el primer set ante Andreev. Elías ha estado tres meses en la India, atendiéndose. A simple vista está igual que cuando se fue. Si acaso un poco más delgado. "Esta mesa es perfecta para un puzzle. Compras un tapete y pones las piezas encima". Pero a poco que pases un rato con él, te darás cuenta de que está mucho más limpio, más tranquilo. Moderación y orden, ése es su mantra. J. Menéndez acaba de palmar en florete contra un austriaco. Igual me debería ir a la India. "Tienes que hacer puzzles. Uno de 3.000 piezas o así. Ayudan a pensar y a concentrarse". Tengo agorafobia. No me puedo ir a la India. "Este reloj es súper chulo; parece un robot, cuélgalo", dice ahora Elías.
Debería atender mi agorafobia y luego irme a la India. O irme a la India a atender mi agorafobia. Rayamos la pared colgando el reloj. Ahora no me puedo ir a la India, estoy muy ocupado. Leire Iglesias va a luchar por el bronce en yudo. Si no puedo ir a la India no hace falta que atienda mi agorafobia. Nadal ha ganado y yo aún no he escrito nada.
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