Un hombre del siglo que viene
Michael Phelps suma su quinto oro en Pekín y ya es el deportista con más triunfos olímpicos: 11 - El nadador quiere ser Michael Jordan y Tiger Woods, sus dos grandes referentes
Un nadador nuclear llegado del próximo siglo es desde ayer el nuevo rey de Olimpia. La apoteosis de Michael Phelps no ha concluido, pero ya tiene once medallas de oro, cinco de ellas logradas en Pekín, una cosecha que hasta los Juegos de la 29ª Olimpiada nadie había conseguido. Su epopeya es única, y no sólo por su medallero. Si se toman sus preseas como medida se podría discutir que en otras disciplinas el cartel es más reducido, no hay tantas posibilidades de éxito. Pero las hazañas de Phelps trascienden sus triunfos. A él no le basta con ser el mejor nadador de la historia, el deportista olímpico más laureado. Phelps se ha retado consigo mismo, se ha planteado un desafío sobrenatural. No le hacía falta, pero se ha puesto el listón más alto que nadie y quien levanta tantas expectativas corre el riesgo de que su primera derrota le vulgarice de tal forma que distorsione su colosal trayectoria. No le importa, Phelps quiere glorificarse, quiere ser Michael Jordan y Tiger Woods, sus dos grandes referentes. De ahí su homérica aventura. Está convencido de que sólo así podrá ganarse la divinidad planetaria de Air Jordan desde un deporte como la natación y de que sólo así podrá popularizar las piscinas entre todas las capas sociales, la misma obra que el Tigre hizo con el golf.
No le basta con ser el mejor de la historia. Se ha planteado un desafío sobrenatural
Batió el récord de 200 mariposa pese a entrarle agua en las gafas
España, tras su brillante arranque con Samuel Sánchez y Abajo, se ha frenado
Para ello, este chico de morfología perfecta y algo trompicado lejos de la piscina, debutó en unos Juegos a los 15 años, se hizo profesional a los 16, nadó 17 carreras en siete días en Atenas y tiene prevista una más en Pekín. Fuera de la competición, en la capital china nadará 70 kilómetros -de Madrid a Toledo- bajo la mirada de Bob Bowman, su entrenador, un fanático de la natación, rechoncho y con aire marcial, al que ayer se le dilataron las pupilas durante la final de los 200 metros mariposa, la prueba preferida de su imponente alumno. A Phelps se le vio levemente incómodo, demasiado cerca de sus adversarios, una noticia extraordinaria. En las gradas se dispararon los prejuicios: "Ya nota el cansancio". El estadounidense ganó, por supuesto, pero sólo batió el récord del mundo por seis centésimas. Hubo cierta desolación: lo épico para cualquiera resulta birrioso cuando se trata de un astronauta a nado. El propio Phelps puso calma: había nadado con un ojo cerrado y encharcado, porque se le movieron las gafas-ventosas en un viraje.
Una hora después, regresó al poyete. Para Phelps no es un problema, el algo más que un maratoniano. Su capacidad de recuperación es impresionante. Su producción de ácido láctico -sustancia que segrega el cuerpo en pleno esfuerzo y ataca los músculos- se sitúa entre cinco y seis milimoles por litro de sangre. Entre la élite de los nadadores, de 10 a 15 milimoles. Al inicio de la final de los relevos 4x200 libres, aún se desconocía el problema óptico que había tenido en la mariposa. Phelps se encargó de la primera posta y quedó a 35 centésimas del récord mundial que él mismo suscribió el pasado martes en la prueba individual. Soberbio. Sus compañeros Ryan Lochte, Ricky Berens y Peter Vanderkaay contribuyeron a su quinto oro y a otro récord mundial. En su tránsito por el panteón olímpico aún le quedan 100 mariposa, 200 estilos -ayer por la tarde ganó su serie- y el relevo 4x100 estilos. Hoy, Phelps también será noticia: por un día, no disputa ninguna final.
Quien sí disputó su última final ayer fue Alberto Contador, al que sólo ocho segundos separaron de la medalla de bronce tras una contrarreloj ganada por el suizo Fabian Cancellara. El español arrancó rumbo a la Gran Muralla con los mejores tiempos parciales, pero no pudo mantener el ritmo en el segundo tramo. El sueco Gustav Larsson y el estadounidense Levi Leipheimer le apartaron del podio. También a un palmo de la medalla de bronce se quedó Leire Iglesias en yudo. España, tras su brillante arranque con Samuel Sánchez y José Luis Abajo, se ha frenado. Pero la llama del Nido seguirá prendida otros once días. Tiempo para el despegue español y para que Phelps se entronice aún más si cabe.
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