El waterpolista con gafas negras

Ricardo Perrone fue un waterpolista brasileño tremendamente longevo: lo dejó a los 52 años no sin antes jugar con sus dos hijos y ganar un campeonato brasileño. En 1972 debía haber participado con Brasil en los Juegos de Múnich. Nunca llegó a pisar Alemania. Meses antes del inicio del torneo, disputaron un amistoso que perdieron por goleada y el presidente de la federación brasileña se enfadó tanto que sustituyó a los 11 jugadores por 11 directivos en plena dictadura militar. Ayer, sus hijos Felipe y Ricardo Perrone, cumplieron su sueño defendiendo a la selección española y jugaron su primer partido en unos Juegos. Ganaron contra Canadá (16-6).

Felipe, el menor (22 años) tardó 42 segundos en marcar el primer gol; dos minutos después, su hermano Ricardo (32 años) consiguió el 2-0. Ricardo, precisamente, estuvo muy cerca de quedarse sin Juegos. Hace sólo un mes, durante el Europeo jugado en Málaga, un adversario le saltó la retina de un manotazo. Su recuperación fue milagrosa. "No veía nadas. Fui a un médico y me dijo que me olvidara. Me fui a otro que no lo vio tan mal. Además, el seleccionador me tranquilizó, me dijo que aunque no pudiera entrenarme más de dos días, si el médico me daba el alta, vendría a los Juegos", dice. Al principio, en los entrenamientos, veía borroso, pero Perrone engañaba a Aguilar, el seleccionador: "Yo le decía que tranquilo, que todo iba bien, pero era mentira", explica entre risas este licenciado en Económicas que decidió de jugar con España harto, según cuenta, de perder partidos con Brasil. "Mi abuela es de Gironella, un pueblo camino de La Molina, y desde los 18 años tengo pasaporte español". Fue él quien le habló a Toni Esteller, técnico del CN Barcelona, de su hermano pequeño.

Kiko Perrone asegura que en Pekín disfruta de un momento tremendamente feliz pero su ojo derecho asusta al verlo. Rojo rojísimo y con una retina tan dilatada que bien parece haberse inyectado anfetamina en el globo ocular. "Me han dicho que difícilmente volverá a su estado normal, pero también que el cerebro se acostumbrará a percibir más luz de lo normal", comenta. Hasta unos días antes de viajar no recibió el visto bueno de los médicos del Instituto Oftalmológico de Barcelona. "Fui a la revisión cagado, porque cada vez que me tomaban la presión del ojo, temblaba. Al final, me dieron la autorización, pero debo tomar muchas precauciones". Por eso, ayer jugó con gafas negras.

"Parezco un ciego vendiendo cupones, pero funciona", bromeaba al final del partido. Las gafas se las consiguió un amigo japonés una semana antes del comienzo de los Juegos. "No daba con las idóneas y él las encontró en una tienda de surferos. Son como las que llevaba Davids [el futbolista holandés que sufrió el mismo problema] y son perfectas". Casi, como el partido ayer de España. "Parece que ha sido fácil porque hemos jugado con mucha intensidad", resumió el atacante de las gafas negras.