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Necrológica:'IN MEMÓRIAM'
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

María Asunción Ansorena, diplomática

Juan Cruz

Cuando se incorporó a la dirección general de la Casa de América, María Asunción Ansorena, diplomática, reunió a su equipo y les comunicó que le acababan de diagnosticar una leucemia. Era el año 2000. Siguió allí, con energía y generosidad, le dio un impulso a la principal entidad cultural iberoamericana del Estado, asistió aun en los momentos de mayor zozobra de su salud a las actividades que ella misma programó, y en 2006 se fue a otro destino, embajadora de España en Luxemburgo. La enfermedad fue con ella, y ella la contuvo con enorme energía. Hasta el pasado 15 de julio. Su sepelio fue anteayer, en la intimidad, en Madrid.

Ana López Alonso, que fue responsable de Ateneo Americano durante el mandato de Ansorena, la recuerda como "una mujer abierta y generosa, que no utilizó sus propias ideas para conducir las actividades de la Casa de América". Ana María Rodríguez, que fue con ella, y es ahora, responsable de las actividades literarias de la Casa, recuerda también la energía con la que Susi Ansorena afrontó la enfermedad al tiempo que dio el impulso cultural que distinguió su tiempo al frente de este organismo estatal. "Consolidó un proyecto, dio entrada a una programación variada, hizo que aquí habitaran, habitualmente, las discusiones políticas, culturales, literarias, y se hizo de veras este un hogar del mundo iberoamericano". Adaptó la Casa de América, dicen ambas, a la nueva fisonomía sociológica de este país.

María Asunción Ansorena nació en Madrid en 1952; se licenció en Derecho, y se hizo diplomática. Como tal trabajó en Senegal, en la Oficina de Información Diplomática. Fue embajadora en Paraguay y desempeñó varios puestos en el Ministerio de Asuntos Exteriores, tanto en España como en el extranjero. Ahora era embajadora de España en Luxemburgo; en Luxemburgo murió.

Entre esas actividades que programó e impulsó en la Casa de América tuvieron mucho relieve las dedicadas al décimo aniversario de la institución, que se produjo bajo su mandato. En esa ocasión, la Casa de América instituyó unos premios excepcionales que recibieron el presidente mexicano Zedillo y el novelista Mario Vargas Llosa. La poesía iberoamericana fue habitual en el auditorio y en las aulas de la entidad; y por ahí pasaron no sólo los mitos vivos de la lírica de nuestra lengua, sino jóvenes que ahora ya han consolidado sus voces.

Susi Ansorena hizo todo eso, o dejó hacerlo, como una diplomática: intervenía institucionalmente, pero no conducía ni orientaba según sus propios criterios. Era una mujer discreta, esencial, cariñosa; en ese mundo de los egos revueltos de escritores y artistas siempre tuvo en cuenta la especial idiosincrasia de sus invitados, y los condujo no sólo como la buena anfitriona que debe ser una diplomática, sino con el calor con que se tiene que acoger a los que cuentan en público lo que crean en privado.

María Asunción Ansorena.
María Asunción Ansorena.

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