Pétrov en su día de gloria
Blancas: A. Hoffmann (Polonia). Negras: A. Pétrov (Rusia). Apertura Italiana (C54). Varsovia, 1844.
Si el mejor ajedrecista ruso de la primera mitad del siglo XIX, Alexánder Dimítrievich Pétrov (1794-1867), levantase hoy la cabeza y viera cómo la defensa que lleva su nombre (1 e4 e5 2 Cf3 Cf6) se ha convertido en el arma favorita de los cobardes para hacer tablas, sufriría una depresión mortal. En la antítesis del materialismo hoy predominante, Pétrov era un romántico puro, un defensor a ultranza de la prevalencia del espíritu sobre la materia, de la búsqueda del mate a todo precio. Pocos años antes de que Adolf Anderssen incendiase el tablero con sus cascadas de fogonazos, Pétrov fue probablemente el primero a quien se le ocurrió la idea de sacrificar la dama para ejecutar al rey enemigo en una elegante danza de piezas menores. Su rival en esta bellísima pelea le conocía bien, tanto como Kaspárov a Kárpov o viceversa: ¡ambos se enfrentaron más de 200 veces! Pero Hoffman no pudo evitar que lo inmortalizasen con uno de los lances más inolvidables y eficaces que se han visto en más de quince siglos de historia: 1 e4 e5 2 Cf3 Cc6 3 Ac4 Ac5 4 c3 Cf6 5 d4 exd4 6 e5 Ce4 7 Ad5 Cxf2! 8 Rxf2 dxc3+ 9 Rg3!? (si 9 Rf1 cxb2 10 Axb2, las negras tendrían suficiente compensación por la pieza) 9 ..cxb2 10 Axb2 Ce7 11 Cg5? (Hoffman rebasa el límite de la prudencia; debió jugar 11 Ae4) 11 ..Cxd5 12 Cxf7 (diagrama) (en esta posición de locos, Pétrov nos alumbra con una de las jugadas más bellas de todos los tiempos) 12 ..0-0!! 13 Cxd8 Af2+ 14 Rh3 d6+ 15 e6 Cf4+ 16 Rg4 Cxe6 17 Cxe6 Axe6+ 18 Rg5 Tf5+ 19 Rg4 h5+ 20 Rh3 Tf3 mate. Correspondencia: ajedrez@elpais.es
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