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La maldita fogata de las chuletas

Un hombre sufre quemaduras graves en la Casa de Campo

Andrés, de 52 años, deja pasar el tiempo tumbado en un banco de la Casa de Campo. A sus pies descansa Remo, un galgo marrón. Apenas unas horas antes, sobre la una y media de la tarde, su amigo José, de 55, se quemó mientras intentaban asar unas chuletas en una fogata que habían encendido.

"Las había comprado José y habíamos hecho un pequeño fuego", cuenta Andrés. Relata cómo su compañero intentó reavivar las llamas rociándolas con alcohol de quemar. "Había un poco de viento, el fuego se vino hacia él y, de pronto, hubo un fogonazo", explica. Entre los dos apagaron las llamas de la ropa de José. Luego, con el móvil de éste avisaron al 112. "Él marcó el teléfono y me lo dio", recuerda.

Minutos más tarde, una UVI móvil del Samur llegaba hasta el lugar. Allí encontró a José. Tenía quemaduras de primer y segundo grado en el 30% de su cuerpo, principalmente en la cara, el cuello y el pecho. También presentaba heridas en los brazos, según explicó un portavoz de Emergencias Madrid.

Los sanitarios le trasladaron intubado hasta el hospital de Getafe, donde ingresó en estado grave. En la tarde de ayer permanecía ingresado en la unidad de grandes quemados, según confirmó una portavoz del hospital.

"José no vive en la calle. Tiene una casa. Creo que está en Vallecas", señala Andrés antes de pedir un cigarro. Él sí vive en la calle. Conoció al herido hace más de 20 años. Ambos vivían en el mismo bloque de pisos en Vallecas. "Un día nos encontramos en una estación de tren y nos contamos nuestra vida. Ahora viene de vez en cuando a verme, una vez a la semana o así", continúa.

Solo y divorciado

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Según Andrés, José vive solo. Hace años se divorció. También tiene hijos. Y un hermano que aún vive en Vallecas. No sabe más. "Cuando nos vemos hablamos de nuestras cosas, pero no sé mucho de su familia", reconoce. Lo que sí sabe es que José no trabaja: "Estaba malo de una pierna", concreta.

Andrés está en la calle desde hace 17 años. Ahora pasa la mayor parte del tiempo en la Casa de Campo. "Me divorcié, me quedé sin trabajo y me vi en la calle", cuenta. Antes de irse, pide otro cigarrillo, desata a su perro, coge su mochila azul, se cala la gorra gris y se marcha.

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