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Reportaje:Comienza el Giro

El día a día de Contador

Aunque en Italia le consideran favorito, el ganador del Tour ajustará sus objetivos a la marcha cotidiana de sus sensaciones

Carlos Arribas

Para La Gazzetta dello Sport, Alberto Contador era en 2005 simple y erróneamente Cantador. Así figuraba, al menos, en el breve que le dedicó cuando su primer triunfo profesional, una etapa del Tour Down Under, en Australia. En 2008, en el mayo caluroso y húmedo de Palermo, para el diario rosa que organiza la carrera rosa, esto es, el Giro de Italia, Contador es tremendamente CONTADOR, el hombre que llega a Sicilia para salvar el Giro, para convertir una cita que en los últimos años se había convertido dolorosamente en un asunto extremadamente local. Un italiano contra otro, un Simoni contra un Savoldelli contra un Di Luca contra un Basso contra un Cunego contra un Simoni... De secundarios, extranjeros de primera fila que se preparaban para el Tour o de segunda que consideraban el Giro el mejor escenario para sus habilidades. De fondo, la sombra de los escándalos, de las razzias de los carabineros, las intervenciones de los fiscales antidopaje.

El de Pinto estaba de vacaciones y con una infección bucal cuando el Astana fue invitado

El Giro de 2008 corría el peligro de ver repetida la historia hasta que hace apenas cinco días Angelo Zomegnan, el organizador, inspirado por la sabiduría milenaria que convierte a los italianos en raza aparte, cogió el teléfono, llamó al proscrito Johan Bruyneel y le lanzó el desafío: "Si quieres correr el Giro, te espero el miércoles en Palermo con todas tus figuras, con el mejor Astana [es el director] que puedas traerme, con Contador, claro...".

La provocación después del desprecio. Pero Bruyneel, por respeto a sus patrones, a las autoridades de Kazajistán, que tanto habían presionado 45 días antes para lograr que la carrera italiana levantara el veto al que ella y el Tour les habían castigado por las ofensas de sus antecesores al frente del equipo, sólo pudo responder que sí. Llamó a Contador, de vacaciones y con el cuerpo aún resentido por las dosis de antibióticos con que lo había bombardeado para luchar contra una infección bucal y que, muy a su pesar, no tuvo más remedio que decir que sí. Cuatro días después aterrizaba en la capital de Sicilia.

Así, este Giro será lo que no pueden ser ni el Tour, que no tendrá a Contador, ni la Vuelta, que no tendrá a su último ganador, el ruso Menchov. Este Giro será el de la venganza de los jefes, el del triple desafío Di Luca (ganador en Milán en 2007)-Contador (ganador en París en 2007)-Menchov (ganador en Madrid en 2007). "El problema es que así no se hacen las cosas", dice Bruyneel desde Pekín, donde estaba ayer presentando su autobiografía, su "filosofía de la vida y de la dirección de grupos humanos". "Hay falta de respeto a nuestro trabajo porque la base de un equipo serio es la planificación. Esto era lo bueno del ProTour: en noviembre conocías tu calendario y planificabas la preparación de los corredores según los objetivos. Ahora no hay más remedio que ir día a día. Y así irá Contador en el Giro, día a día". Lo cual ya es un avance.

La primera idea, cuando la llamada de Zomegnan, fue aceptar de palabra mientras de hecho se pensaba en una retirada honrosa del ganador del Tour llegado el ecuador del Giro. Después, el plan se ha ido abandonando a medida que la ambición deportiva y el carácter de campeón del chico de Pinto le han enganchado en la lógica del reto: si se va es para demostrar; si se demuestra, se gana.

"Con Alberto nunca se sabe dónde coloca sus objetivos, pero siempre, seguro, por encima de lo que podamos pensar nosotros", dicen en su equipo. Y, echando humo en la lejanía, las montañas de los últimos ocho días, los Dolomitas que no conoce aún el madrileño en competición: Marmolada, Corones, Pampeago, Gavia, Mortirolo... Qué tentación para un puro escalador que este año ha ganado todas las etapas de montaña que ha disputado, y las contrarreloj, tanto en la Vuelta a Castilla y León como en la del País Vasco.

Como sustituto del NGC, modestísimo equipo suizo, al Astana le han tocado los peores hoteles. Comienza alojado en Villagrazia di Carini, a cinco minutos del aeropuerto palermitano. Ayer, lo primero que hizo Contador tras desayunar fue enviar a un técnico a comprar un ahuyentador eléctrico de mosquitos, necesario para poder dormir tranquilo. Después lamentó la baja de Benjamín Noval, que debería haber sido, como en el Tour, su compañero de habitación, pero que abandonó antes de comenzar por una gastroenteritis. Finalmente, se entrenó para la contrarreloj por equipos (23,6 kilómetros) por las calles de Palermo que servirá hoy de prólogo. Ya sabe que, si el Astana la gana, la primera maglia rosa la llevará su compañero Maxim Iglinsky, que corre con el maillot de campeón de Kazajistán.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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