Mestalla respira aliviado
El Valencia supera el miedo al abismo al derrotar a un Zaragoza muy apocado
Muy avaros toda la temporada, los jugadores del Valencia les han ofrecido escasísimos regalos a sus aficionados. Un puñado en la Copa del Rey y unos cuantos en la Liga. Ayer fue uno de ellos. El equipo de Voro superó el miedo al abismo y dio la mejor versión de sí mismo. A lomos de un Baraja siempre preciso, un Villa infatigable y un Silva magistral, el cuadro de Voro impuso su convicción ante un Zaragoza apocado de principio a fin. Ni siquiera al final, tras la expulsión de Silva, el cuadro de Villanova se volcó sobre Hildebrand. Se entiende perfectamente que haya sido el segundo peor de la Liga fuera de su estadio. Nada que ver con el Zaragoza que arrolló al Depor hace unos días en La Romareda.
VALENCIA 1 - ZARAGOZA 0
Valencia: Hildebrand; Miguel, Albiol, Helguera, Alexis; Joaquín (Arizmendi, m. 77), Marchena, Baraja, Vicente (Mata, m. 44); Silva y Villa (Albelda, m. 89). No utilizados: Cañizares; Angulo, Zigic y Edu.
Zaragoza: César; Diogo, Chus Herrero (Matuzalem, m. 60), Ayala, Paredes; Gabi, Luccin (Diego Milito, m. 64), Óscar (Aimar, m. 46), Juanfran; Sergio García y Oliveira. No utilizados: López Vallejo; Pavón y Valero.
Gol: 1-0. M. 19. Pase interior de Baraja a Silva, que controla y tira cruzado a gol.
Árbitro: Medina Cantalejo. Expulsó a Silva con doble amarilla (m. 85). Amonestó a Ayala, Gabi, César, Helguera, Albiol, Baraja y Oliveira.
Unos 55.000 espectadores en el estadio de Mestalla.
El cuadro de Villanova demostró por qué es el segundo peor fuera de casa
El Valencia tuvo un arranque impecable. Media hora de iniciativa, orden y talento. Villa, en todas las salsas. Un taconazo por aquí, un caño dentro del área por allá, una lucha constante en todo el frente de ataque. Y a sus espaldas, un referente tranquilizador: Baraja, que hallaba la opción más conveniente. Por delante, Silva ejerció de cuchillo en la gelatinosa defensa zaragocista. Se coló una y otra vez entre los centrales. Se puso de perfil para recibir el pase interior de Baraja, amortiguó la pelota con un toque y la envió raudo al otro palo. Raso y esquinado. Mérito del pase de Baraja y del desmarque, control y remate de Silva, pero también error del ayer lateral izquierdo Paredes, que no cerró como debía.
Aquello premió la apuesta desinhibida del Valencia, en la que Vicente, la gran sorpresa de la alineación, le daba una frescura inesperada. En el uno contra uno siempre superó a Diogo, que lo cazó un puñado de veces como única respuesta. Y, claro, como Vicente sufre unos tobillos de cristal, antes de acabar la primera parte ya estaba pidiendo el cambio, en esa cadena sinfín de lesiones.
Tan poca cosa fuera de La Romareda, el Zaragoza sólo hizo acto de presencia cuando su jugador más efervescente, Sergio García, envió un zurdazo que limpió de polvo los guantes de Hildebrand. Fue, sin embargo, Luccin quien sacó lustre al exterior de su botín derecho para enviar un pase medido entre los dos centrales a Óscar, cuyo mal control desbarató una ocasión de oro. Eso le costó a Óscar visitar la ducha en el descanso, lo que permitió que Aimar pisara de nuevo el campo de Mestalla. Sin ningún éxito. Impreciso y nervioso Aimar, el Zaragoza llegó muy poco.
Más dispuesto a pisar campo contrario, Ayala, que volvió como capitán a Mestalla, rozó el empate con un cabezazo desviado. Se lesionó el otro central, Chus Herrero, y Manolo Villanova decidió reemplazarlo por el creativo Matuzalem. El próximo en entrar sería Diego Milito. La abundancia de hombres de ataque, sin embargo, no se tradujo en una avalancha de ocasiones.
El Valencia decidió explorar el contragolpe y la especulación. Bien dirigido, eso sí, por un inteligente Baraja. El Zaragoza no se lanzó en tromba, sino que prefirió un ataque tan escalonado como inocuo. Y quedó perjudicado cuando se lesionó Diogo. Villanova, que ya había hecho los tres cambios, no le pudo reemplazar.
Mestalla se puso a cantar exultante a falta de 10 minutos. Se sentía dueño de los tres puntos que le aseguraban la permanencia. Pero le quedaba sufrir mucho. Sobre todo desde que el árbitro expulsó a Silva por protestar una falta que, efectivamente, no había cometido. El público se volcó con su equipo y Voro premió a Albelda con el final para que supliera al exhausto Villa.
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