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Reportaje:

La tecla de la innovación

Elisa Vázquez Doval acerca al público a la música pianística de vanguardia

Lo suyo no es un concierto al uso sino una lección magistral en toda regla. Lección, porque su objetivo es didáctico: despertar la sensibilidad de la gente a las obras para piano de las últimas dos décadas. Y magistral, porque este fenómeno de Mugardos, ya internacional, toca condenadamente bien. La Fundación Caixa Galicia organiza este ciclo que concluirá los días 24 y 25 en Pontevedra y Lugo. Si hubiese no una, sino una docena de intérpretes como ésta, y no una, sino muchas iniciativas semejantes, no seguiríamos anclados en el siglo XIX, musicalmente hablando.

Elisa Vázquez Doval es una maestra en todos los sentidos. Sabe que las piezas que ha elegido no son huesos fáciles de roer, y menos en esta época de chiquilicuatres y otés. Aunque ella lo niega rotunda, como si fuera un deber: "Las obras que estoy tocando representan diferentes tendencias y estilos, y fueron escritas por algunos de los mejores compositores de los últimos 20 años. Las he escogido porque me parecen unas piezas muy interesantes y atractivas. En realidad, difícilmente se las podría considerar demasiado vanguardistas, si tenemos en cuenta el gran espectro de obras creadas durante los últimos cien años", relata. Pero ¿no es vanguardista John Cage, con sus pianos preparados para emitir silencios, conjuros africanos, ondas desconcertantes como koans zen? ¿A qué suena el golpe del martillo de una tecla sin cuerda?

Su objetivo es difundir las obras para piano de las últimas dos décadas
"Hay piezas accesibles y otras más difíciles, que requieren hábito"

Todos los compositores que esta pianista desea acercar al público fueron y siguen siendo perros verdes de la música. Creadores que estaban y siguen estando a años luz de sus oyentes. Por eso Vázquez Doval, con muy buen juicio, va presentándolos, uno por uno, antes de cada pieza. El citado John Cage: un estadounidense que, una "noche peligrosa", tuvo la genialidad de transformar su piano en una orquesta de percusión. Toru Takemitsu, un japonés autodidacta, influido por la música occidental, que supo captar la estela que deja la lluvia al resbalar por las hojas de un algarrobo. Galina Ustvolskaya, apodada El Martillo: una rusa, alumna y colaboradora de Dmitri Shostakovich, que "revolucionó el concepto de sonata", comenta Vázquez Doval, "empleando recursos como los clusters, las dinámicas extremas y la reiteración de notas; contrastando momentos meditativos, de dinámicas muy suaves, con secciones iracundas y de dinámicas extremadamente intensas". Ton Bruynèl: un holandés, pionero de la música electrónica, que desentrañó el corazón de la neblina sincronizando la parte propiamente escrita -o improvisada- para piano con otra pregrabada. György Kurtág: un rumano afincado en París, alumno de Olivier Messiaen y Darius Milhaud, cuyas soberbias miniaturas son como las descargas eléctricas de un único rayo: la antítesis de las tormentas de Wagner o de los chaparrones de Chopin. Y, como bis, esta curiosa mujer, entre solar y lunar, nos regaló la Gymnopédie nº 1 de Erik Satie: la vanguardia asimilada.

"En estos momentos hay mucha variedad de estilos en lo que a música contemporánea se refiere", nos explica refutando el tópico de la imposibilidad de comprender ésta. "Hay obras muy accesibles, que pueden gustar a mucha gente. Hay otras, ciertamente, más difíciles, que para disfrutarlas requieren cierto hábito y conocimiento. Pero también hay obras menores, desde luego; cosas que los auditorios programan únicamente por cuestiones de moda o de política. O por ser meros estrenos que, luego, pueden caer en el olvido. Por éstas y otras razones, es posible que al público, en general, este camino le resulte un tanto arduo al principio. Pero puede adentrarse en él, si quiere", expone.

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Si alguna pega puede ponérsele a esta gallega realmente apasionada por lo que hace es que aún no haya incorporado a su repertorio alguna de las maravillas de Manuel Balboa, homenajeado estos días atrás en Santiago y en A Coruña. Cualquiera de sus diez obras selectas para piano no sólo está a la altura de las que conforman el programa actual de su paisana, sino que pertenecen a ese mismo linaje innovador.

Pero, como afirma el poeta Miguel Mato, "desconocer aún la música de Balboa no es un gran pecado, sino una inmensa suerte".

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