Zapatero negro
¡Ahí tienen a un español arreglando España! El viejo dicho de "arreglar el mundo", definitivamente, nos queda grande. Ahora nos sorprendemos de que la política internacional quedara fuera de los debates de campaña, pero, en realidad, sólo nos percatamos de esa ausencia cuando fue señalada por algunos analistas. Eso nos hizo recordar, ligeramente alertados, que España está en el mundo. Pero, vaya, tras unos breves segundos de desconcierto, tomamos aire y volvimos a lo nuestro. Tanto dependemos de "lo nuestro", aunque sea para encanallarnos, que para hablar de política internacional tenemos que echar mano del mecanismo de la comparación, o sea, amoldar los acontecimientos externos a nuestra realidad a fin de seguir hablando de... ¡lo nuestro! No acertábamos, por ejemplo, en cómo podíamos encarar las elecciones americanas. El desdén antiamericano se nos quedaba corto porque hasta los más reacios han reconocido que la pugna electoral está siendo palpitante, pero nos faltaba ese puntito de conexión que nos hiciera decantarnos a muerte (que es lo que nos gusta) por un candidato o por otro. Por fortuna, un comentarista político nos dio la clave por radio: "Obama es el Zapatero americano". Este hombre, un genio sin paliativos, ha conseguido que el comentario cunda de tal manera que no es raro, a día de hoy, encontrarse a un tío, acodado en la barra de un bar frente a la tele, estudiando al candidato demócrata y sentenciando como si se le acabara de ocurrir: "Ahí lo tienes, el Zapatero negro". Todos corremos a colocarnos en nuestros puestos: los forofos de Obama alaban su discurso destacando un talante que de una vez por todas encara la realidad plural de ese gran país, y los detractores afirmando que tras esas bonitas palabras no hay más que un discurso vacío y buenista. Todo menos aceptar que hay otro mundo ahí fuera.
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