"Una manada de leones"
Los españoles destacan la dureza de la prueba por los empujones
Juan Carlos Higuero se abrazó a Arturo Casado y, sin tiempo a que nadie le preguntara, radiografió una final disputada a mordiscos. "¡Qué carrera más perra! ¡Qué codazos! ¡Parecía un rebaño de leones!", dijo entre asustado y extasiado por su éxito. "Todos íbamos a por la misma presa. Ha habido muchos empujones. Ha habido mucho codazo. Ha sido muy desagradable. Poco espacio y mucha gente. Esa incertidumbre te pone a veces de mala leche, pero hay que coger los huecos pequeños y verlos grandes. Siempre he sido muy noble corriendo. He ido todo el rato por la calle uno. No tengo antecedentes, pero está claro que tú te tienes que hacer una pequeña armadura, porque sino te empiezan a dar..."
Los minutos que siguieron a la medalla de Higuero fueron tan confusos como la carrera. Casado pasó de derrumbarse sobre la pista a saltar de alegría frente a una cámara de televisión. Nadie entendía nada. "Tenemos un anuncio importante...", estalló la megafonía para decir que el español pasaba del cuarto puesto al bronce por eliminación de un rival. El público, la misma gente que había colgado las pancartas de "moriríamos por veros" y "corred y saltar como nunca, que estamos en casa", se unió en una ceremonia de aplausos, gritos y flashes dirigida por los saltitos del madrileño. Luego, Casado volvió a estirar la cara. Le dijeron que los etíopes habían presentado un recurso. Y así se presentó ante los periodistas mientras preguntaba constantemente: "¿Se sabe algo?" Entonces no se sabía, lo que le convertía en medallista. Poco después los jueces decidieron en su contra y volvió al cuarto puesto.
"Creo que he hecho un gran trabajo, y para mí es lo que cuenta. Ha sido algo increíble", decía antes de saber la decisión de los jueces.
Sergio Gallardo, el tercer español, vestido de calle, el pelo engominado, vio lógica por todos los lados. Que Casado hubiera terminado sin aliento la semifinal y se creciera en la carrera decisiva demostraba que "su hundimiento fue mental, no físico". Que por eso ayer "se había dejado la vida". Y que si Higuero le había ganado el esprint era porque tenía delante a un compatriota, a un conocido. "Jugársela con Casado le ayudó", cerró.
"Esos últimos metros... Menuda rabia", resumió el derrotado. "El viernes tuve un día malo", reconoció. "En la final ha sido diferente: he salido muy reservón, atrás, sin pegarme con nadie, y he cambiado justo cuando tenía que cambiar. El público es lo que me ha hecho hacer este carrerón". La grada estuvo entregada. No había empezado la carrera. Aparecieron los atletas. Y atronaron los gritos: "¡Vamos león!" Como toda respuesta, el león, Juan Carlos Higuero, rugió en la final y ante la prensa. "Ésta ha sido la carrera de 1.500 con más nivel en el siglo XXI. La carrera perfecta para mí hubiera sido un pelín más rápida, para tener más huecos", aseguró bajo su pelo empapado. "Ha sido fantástico. Mi baza era tener un poquito de hueco y lanzar un ataque a falta de 300 metros. Han cambiado antes de tiempo y he utilizado bien ese cartucho. ¡Siempre esprinto!"
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