La Ana Frank deslenguada
El musical sorprende por su frescura y realismo
"Querida Kitti. No me gusta nada que la señora Van Dan coquetee con mi padre y discuta con su marido constantemente. Mi madre es directamente insoportable. Tengo que quererla, ¡qué remedio!, pero a veces creo que la detesto".
Frases irónicas y duras a veces, como la que pronunciaría cualquier chaval de 13 años, encerrado en un desván, son las protagonistas del musical El diario de Ana Frank. Un canto a la vida, presentado anoche en el Haagen-Dasz Teatro a personalidades del mundo de la cultura y la diplomacia, después de su estreno para todos los públicos el pasado 15 de febrero.
La joven cantante Isabella Castillo, una Ana Frank más humana y realista que cualquier mito formado en torno a su diario, se alzó sobre el escenario para combinar reflexiones sobre el exterminio nazi y problemas de convivencia.
A pesar de las licencias de esta adaptación, escrita por Jaime Azpilicueta, el embajador de Israel, Raphael Schutz, no encontró motivos de queja. "Debo admitir que asistir esta noche al estreno no ha sido una decisión trivial. Se hace un poco raro acudir a ver un drama en formato musical. No obstante, después de lo que he visto, creo que ha sido tratado con mucho respeto y que refleja las inquietudes de un niño de su edad", aseguraba Schutz en un descanso. ¿Y las alegres referencias a los olores del váter, el sonido delator de la cadena o las flatulencias por comer alubias en vez de coliflor? "Bueno, no debemos olvidar que los seis millones de víctimas del Holocausto no querían ser víctimas, sino vivir su vida normalmente. Y esas conversaciones se pueden dar en cualquier momento y en cualquier lugar", afirmó con un guiño.
La ausencia del primo
Seguramente no opinaría lo mismo Bubdy Elias, primo octogenario de la niña, que a pesar de recibir su invitación para el estreno anoche no apareció. "Se trata de un musical alegre sobre una niña que murió de tifus en un campo de concentración, y yo no le veo el lado divertido", aseguraba hace un mes cuando todavía se estaba ensayando el montaje.
El resultado del proyecto, ideado por Rafael Alvero y consensuado con la Fundación Ana Frank de Amsterdam, es una casa de muñecas a tamaño natural, donde los personajes se mueven entre habitaciones, discuten y se desesperan, como la muestra de la mala relación entre Ana Frank y su madre. Una primera ráfaga de metralletas, focos hirientes hacia el patio de butacas y sirenas antiaéreas advierten que, a pesar de buscar el lado bonista de la historia, aquello no dejó de ser una tragedia.
"Es cierto que se han tomado algunas licencias artísticas que pueden enaltecer las figuras de los personajes, pero siempre inspirados en el espíritu del diario", apunta Juan Parra, representante de la Casa Ana Frank en España y países latinoamericanos.
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