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Reportaje:

El festival VEO vence a la lluvia

No ha sido esta la mejor semana para celebrar un festival de teatro con presencia en las calles. Pero la lluvia, que ha aparecido como invitada durante la mayoría de los días de celebración del Festival València Escena Oberta (VEO), solo ha logrado suspender una representación: la performance Roba al carrer que debía oficiarse el miércoles en la Plaza de los Pinazo. El resto del programa ha transcurrido con normalidad e incluso con llenos en casi todas las funciones.

El certamen acaba mañana con los cinco espectáculos programados para el fin de semana: el teatro visual de El rei de la soledat (en L'Altre Espai), la deconstrucción de un recital de música en Los conciertos no son así (Museo del Almudín); el espectáculo de danza y teatro sobre un cable de acero titulado Living room (Plaza del Patriarca); la reinterpretación musical de dos viajes que hace Rosa Casado en Paradise 2 (Laboratorio escénico); y la instalación basada en una máquina fabulosa llena de luz, imagen, murmullos, sonidos, voces, viento, agua y hielo que propone Stifter's things (Greenspace 3).

Atrás quedan diez días de propuestas sorprendentes, de experimentación en los campos del teatro, la música y la danza, y de interactividad con el espectador, que se convierte, en algunos de los montajes, en parte integrante de la representación.

Como ocurrió con Las puertas del cielo, de la compañía catalana La Invenció, en la que un contenedor instalado en el parque de Marxalenes servía para desmenuzar, en clave teatral, el drama de las pateras. Dicho contenedor, con capacidad para 24 personas más los actores, echaba el telón en el VEO, pues la obra se representó ayer por última vez. El viaje virtual en patera levantó tanta expectación como Outré, el espectáculo que ofreció Darren Johnston en el Teatre El Musical, una excéntrica mezcla de cabaré, revista musical y freak show en el que conviven inquietantemente danza, teatro, video-arte y música electrónica. O Four movements for survival, en la que la compañía Amaranto puso en escena un proyecto autocrítico que pretendía cuestionar el valor del arte en la actualidad. Peleas en un cajón de arena, descargas eléctricas sobre el cuerpo con la batería de un automóvil, destrozar una sandía a cabezazos o entonar un rap desnudo eran algunas de las acciones de una obra que causó sensación entre el público valenciano por su originalidad y riesgo.

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