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Entrevista:ALMUERZO CON... YVES BANNEL

"Sentí un gran alivio al tirar el televisor"

Joseba Elola

El campesino camerunés, sucio pantalón corto, camiseta entreabierta y desgarrada, tomó la tierra del suelo, la olió y dejó que se escurriera entre sus dedos. Era marzo de 1963, en Bafang, Camerún. Yves Bannel, que si algo ha hecho en su vida ha sido recorrer mundo, quedó impactado con esa imagen. Era el mismo gesto de su tío, sí, su tío francés, el leñador al que acompañaba de pequeño desde las cinco de la mañana a la huerta. Ahí fue cuando Bannel tomó realmente conciencia de hasta qué punto todos los hombres son iguales en todas partes, que lo único que cambia es la cultura: "Eso te ayuda a rechazar la idea del nacionalismo, de la raza superior. Nadie es superior a nadie, hay la misma proporción de imbéciles e inteligentes en todas partes, de sádicos y de bondadosos". Bannel no era masón por aquel entonces.

Dirigente de los masones españoles, carga contra la moda y el mercado

Erguido, impecablemente sentado a la mesa, gira el cuello y pide una copa de vino. A su derecha, un periódico perfectamente doblado, una blackberry, sus gafas para ver de cerca. Nos ha traído a Nabucco porque le gusta la decoración, los camareros son amables, le pilla cerca del trabajo y, además, porque Nabucco es un canto a la libertad de los esclavos. "Me gustaría ver desaparecer las fronteras y los pasaportes". Abrazó la masonería, colectivo perseguido y denostado durante el franquismo, al poco de llegar a España. Y se tiró la primera semana de estancia en este país respondiendo a preguntas sobre Napoleón, y la segunda, polemizando sobre si estaban más ricas las chuletas de cerdo galas o las ibéricas.

Yves Bannel, ex asesor del presidente de la República Francesa Valéry Giscard d'Estaing, es a sus 68 años -aparenta diez menos- gran maestro adjunto del Grande Oriente Ibérico. O sea, ministro de exteriores de los masones españoles. Se reúne dos veces al mes con los miembros de su logia, unas 60 personas, hacen un ritual "muy ligero, es una herramienta", y discuten sobre temas de actualidad. "En la masonería encontré un lugar donde se valora la libertad de espíritu. Compartimos ideas, no intentamos convencer a nadie", comenta mientras aparta, o más bien espanta, las migas de pan de la mesa, un gesto que repite una y otra vez. "Es hora de que en España la masonería recupere la posibilidad de dar opiniones sin que se piense que son opiniones del diablo".

En lo que llega el rape a la brasa, Bannel, director general de una empresa de energías renovables, cuenta que pinta, que no tiene tele y que se lee los libros de tres en tres: "Sentí un gran alivio cuando tiré el televisor hace cinco años, es insoportable, es una pérdida de tiempo". En su nuevo libro, Humanismo renovado y ética: reflexiones de un masón, carga contra el conformismo, el hedonismo y el individualismo de nuestra sociedad. "Ver a la gente hacer cola para hacerse con el primer iPod o el primer Harry Potter me parece un espectáculo obsceno. Somos prisioneros del mercado, del poder financiero anónimo, vivimos en la cultura de la inmediatez, de la moda, falta sentido. El mercado se está convirtiendo en un nuevo totalitarismo".

El camarero viene con una bandejita-recogedor plateada y retira las migas de la mesa, pero Bannel, durante un buen rato, las sigue espantando.

El gran maestro masón Yves Bannel, en Madrid.
El gran maestro masón Yves Bannel, en Madrid.ÁLVARO GARCÍA

Restaurante Nabucco. Madrid

- Insalata di Moscardini: 10

- Dos rapes a la brasa: 28

- Dos copas de vino: 4

- Cafés, agua y pan: 7,40

Total con IVA: 52,86 euros

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Sobre la firma

Joseba Elola
Es el responsable del suplemento 'Ideas', espacio de pensamiento, análisis y debate de EL PAÍS, desde 2018. Anteriormente, de 2015 a 2018, se centró, como redactor, en publicar historias sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, así como entrevistas y reportajes relacionados con temas culturales para 'Ideas' y 'El País Semanal'.

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