Golpe al florecimiento de Kenia
La violencia interétnica amenaza con frenar el desarrollo de una de las economías más saneadas y estables de África
Dice un proverbio africano que cuando dos elefantes se pelean, la hierba sale perdiendo. Hasta diciembre pasado, Kenia era una de las naciones más estables de África. El ambiente de seguridad, sus espléndidos paisajes y la riqueza de su fauna habían convertido al país de los safaris en uno de los destinos favoritos de los turistas en el continente. Su capital, Nairobi, funcionaba como centro financiero del este de África y era sede de numerosas organizaciones no gubernamentales. La economía florecía.
Pero la violencia desatada por las elecciones presidenciales del pasado 27 de diciembre, que enfrenta a partidarios del actual jefe del Estado, Mwai Kibaki, y su rival, Raila Odinga, han cambiado por completo el panorama. Los disturbios, que han causado más de mil muertos y han desplazado a campos de refugiados a más de 300.000 personas, ponen en peligro los logros económicos alcanzados en los últimos cinco años y amenazan con desestabilizar toda la zona, incluyendo países vecinos como Uganda, Ruanda, Etiopía y Sudán.
El turismo podría perder unos ingresos de 650 millones de euros anuales, equivalentes al 3% del PIB
Las exportaciones de té, café y flores, tres de las principales fuentes de divisas, están prácticamente paralizadas
Las playas del océano Índico y los parques naturales están casi desiertos. Los trabajadores han abandonado las plantaciones de flores, café y té en busca de refugio en lugares seguros. Numerosos negocios han sido incendiados, y sus propietarios, asesinados. Las infraestructuras han sufrido daños enormes, igual que la imagen del país en el mundo. En la zona suroeste del país, habitada mayoritariamente por la etnia luo -a la que pertenece Odinga-, el Estado prácticamente ha desaparecido. Grupos de jóvenes incontrolados matan a todos los kikuyu, tribu del presidente Kibaki, que encuentran a su paso.
Lluvia de malos datos
Los economistas calculan que la crisis restará varios puntos al crecimiento económico en 2008. "El aumento del PIB estará por debajo del 8% previsto", declaró el miércoles el presidente del Banco Central, Njuguna Ndung'u, sin ofrecer un nuevo pronóstico. "La razón es que sectores clave como el turismo se han visto gravemente afectados", agregó Ndung'u, quien advirtió de que el país tardará mucho tiempo en recuperar la normalidad.
La tormenta de malas noticias no escampa. La inflación subió en enero hasta el 18,2%, frente al 12% del mes anterior. Se espera que el precio de los alimentos siga subiendo como resultado de la escasez de lluvias y, sobre todo, de la violencia que afecta a importantes zonas agrícolas del país. El maíz y el azúcar valen el doble que hace un mes. El valor de las acciones en la Bolsa de Nairobi ha caído un 25% desde que estallaron los disturbios.
Éste puede ser el fin de una de las mayores historias de éxito en África. La economía keniana llevaba cinco años creciendo a un ritmo del 5%, en buena parte gracias a las reformas puestas en marcha por el presidente Kibaki, que llegó al poder en 2002 con un crecimiento inferior al 1%. El año pasado, el PIB creció un 7%, una de las tasas más altas de África. Cuando comenzaron los disturbios el país parecía haber entrado en la senda de la prosperidad, y la lucha contra la corrupción había hecho importantes avances. Kenia era un ejemplo para el resto del continente.
Todo se ha ido al traste en poco más de un mes. Las exportaciones de té, café y flores, tres de las principales fuentes de divisas del país, están prácticamente paralizadas por la escasez de mano de obra y la falta de transporte. Las plantaciones, donde trabajaban campesinos de distintos orígenes, han sido escenario de enfrentamientos tribales, y muchos camioneros no se atreven a salir a la carretera por falta de seguridad. Kenia, que había desbancado a Sri Lanka como mayor exportador de té del mundo, ve peligrar esa posición. La violencia no ha podido llegar en peor momento para los cultivadores de flores frescas, pues coincide con la temporada alta y con la festividad de San Valentín, el día de mayor venta de rosas.
Pero el sector más perjudicado es el turismo, que ingresa 650 millones de euros anuales (el 3% del PIB) y genera 20.000 empleos directos y 120.000 indirectos. Kenia tendrá que esperar para recibir la cifra récord de dos millones de turistas, prevista para este año.
Las cancelaciones para Semana Santa y verano son numerosas, pero hay señales de que no todo está perdido. "Hemos recibido muchas cancelaciones, aunque no tantas como esperábamos, ya que las playas y los parques naturales no se han visto afectados por la violencia", afirma Peter Brun, portavoz del grupo suizo Kuoni Travel. Quienes han optado por suspender su viaje a Kenia han elegido alternativas como Maldivas, el Caribe o Brasil.
Según la patronal de la industria keniana, el sector manufacturero perdió el 35% de su actividad en enero. Los despidos afectarán a 400.000 trabajadores si no se detienen los enfrentamientos. La violencia también podría retrasar la prevista privatización del 25% de la empresa de telefonía móvil Safaricom, en la que el Estado tiene aún la mayoría del capital.
Alarma entre los inversores
Los inversores extranjeros observan alarmados la situación. La agencia de calificación de riesgo Fitch ha rebajado de estables a negativas sus perspectivas para Kenia a causa del deterioro de la situación política y de seguridad. Según Fitch, en el mejor de los casos el país crecerá un 5% este año, aunque la tasa podría bajar hasta el 2%.
El efecto contagio amenaza con dar al traste con el llamado "renacimiento africano", un periodo iniciado a principios de la década y marcado por fuertes ritmos de crecimiento en numerosos países. La crisis está empezando a notarse en Ruanda y Uganda, que no tienen acceso al mar y dependen del transporte de productos procedentes del puerto keniano de Mombasa, donde se acumulan las mercancías. Y los observadores miran con preocupación hacia Ghana y Angola, donde hay previstas elecciones este año.
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