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Reportaje:

Inseguridad en el campamento

Los pilotos del Dakar ven más peligroso el acceso a los vivacs que perderse en el desierto

Oriol Puigdemont

El principal argumento que esgrimió Michèle Alliot-Marie, la ministra francesa del Interior, para justificar la cancelación del Rally Dakar -"siempre hay pilotos que quedan aislados porque han sufrido un accidente o porque se han perdido", dijo-, no es el único ni tampoco el más potente. En la carrera africana es muy habitual que los participantes se queden tirados en medio del desierto y constituyan un blanco perfecto para ser asaltados. Son muchos pilotos, la mayor parte de ellos aficionados, los que se ven adelantados por el pulso de la carrera y el ritmo que marcan los más rápidos. En el Dakar nadie puede perder el compás. Quien se ve metido en algún problema, sea mecánico o como consecuencia de un accidente, y llega tarde al campamento, tiene menos tiempo para reparar su vehículo y descansar. Y lo que es peor, debe salir tarde al día siguiente.

"Quienes han prohibido el rally no tienen ni idea de lo que es", asegura Nani Roma
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"Si a un motorista se le hace de noche cuando está metido en un cordón de dunas, lo más sensato es que se eche a tierra a dormir. Recorrer 500 metros en esas condiciones es una odisea. Además, vas acumulando mucho cansancio y ello provoca faltas de atención y caídas", asegura Enrique Medina, un motorista que abandonó la pasada edición al romperse el escafoides.

El riesgo de que se produzca un ataque terrorista es mucho más elevado en los campamentos, donde la caravana entera (unas 2.500 personas) reposa tras cada etapa. "El problema es que se trata de una gente que es capaz de llenar un coche de bombas y lanzarlo contra el campamento", asegura un miembro de la organización. "Por más seguridad que haya, siempre es posible que el coche se salte los controles de acceso, llegue al vivac y lo haga estallar", conviene este operario, que, como toda la demás gente de la Amaury Sports Organisation, la empresa que organiza el Dakar, recibió instrucciones precisas de lo que no debía hacer si se daba luz verde a la celebración del raid. "Nos advirtieron de que, bajo ningún concepto, tiráramos ni diéramos a nadie las camisetas que nos identifican como organizadores. Nos dan unas 10 para que nos las cambiemos a lo largo del rally y siempre tirábamos alguna sucia o la dábamos a algún nativo que nos echaba una mano", zanja el organizador.

Nani Roma, el primer español que se impuso en la carrera africana (en 2004, en motos) aún va más allá. "Aunque sea una mala pasada que hayan suspendido la carrera, contra alguien que se puede forrar con explosivos y hacerse estallar para matar a tantas personas como pueda no se puede luchar", tercia el corredor catalán. "En los campamentos, era muy normal ver a nativos acercándose y paseando por allí, y controlar aquello es prácticamente imposible. Además, si los terroristas quieren entrar, acaban colándose", reflexiona Roma, que, sin embargo, se enfurece cuando se entera de los argumentos esgrimidos por la ministra francesa: "Si lo que le preocupa realmente a esta señora son los pilotos que se quedan aislados, ésta es la prueba de que quienes han prohibido el Dakar no tienen ni idea de lo que es. Puedo entender que consideren peligroso los tumultos en los campamentos pero no que alguien se quede tirado".

El ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, salió al paso ayer de la idea de que el Gobierno galo impusiese la cancelación de la prueba. Kouchner aseguró que la decisión correspondió "exclusivamente" a los organizadores.

Un habitante de Malí, entre los coches del Dakar en la edición de 2006 del rally.
Un habitante de Malí, entre los coches del Dakar en la edición de 2006 del rally.EFE

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