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Crónica:15ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Van Nistelrooy llama sólo una vez

Un único remate del holandés sirve para plasmar la superioridad del Madrid ante un Athletic de media hora

Ni la televisión, ni el día del club (los socios pagaban), ni la hora tan tardía, ni el tiempo, ni las precauciones de los entrenadores, demasiado tendidos a los valores musculares, apolillaron el lustre de un clásico que en la Catedral se vive con un interés inagotable. Más que un partido, se trata de un clásico deseable que se desarrolló de una forma previsible, con dominio alterno, con golpes de energía, con alternancia en el mando, con poquitas ocasiones. En definitiva, el pulso que se esperaba entre dos equipos desiguales. El uno, el Madrid, apelaba al balón para acoquinar al Athletic, pero todo lo que manejaban con soltura Robinho o Sneijder lo perdía con espíritu caritativo un impreciso Diarra. El otro, el Athletic, se fiaba a los golpes de energía y la seda de un intermitente Yeste, que ponía a ras de tierra lo que el resto del equipo dejaba por las nubes.

ATHLETIC 0- REAL MADRID 1

Athletic: Aranzubia; Ustaritz (Orbaiz, m. 40), Aitor Ocio, Amorebieta, Koikili; Javi Martínez (Aduriz, m. 60), Yeste; Iraola, Etxeberria (Gabilondo, m. 67), David López; y Llorente. No utilizados: Raúl Fernández; Del Horno, Murillo y Muñoz.

Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Cannavaro, Pepe, Torres; Sneijder (Gago, m. 74), Diarra, Baptista, Robinho (Robben, m. 88); Raúl y Van Nistelrooy (Guti, m. 82). No utilizados: Dudek; Marcelo, Drenthe y Saviola.

Goles: 0-1. M. 54. Van Nistelrooy aprovecha un mal pase de Ocio para batir a Aranzubia con un soberbio derechazo.

Árbitro: Medina Cantalejo. Amonestó a Sneijder, Orbaiz, Amorebieta, Robinho y Yeste.

Unos 38.000 espectadores en San Mamés.

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A falta de Guti, Robinho confundió al Athletic, o más bien habría que decir que Caparrós se confundió con Robinho. Lo emparejó con Ustaritz, un decir, porque el brasileño, sin esfuerzo, le pilló la espalda en diez minutos simplemente pisando la cal de la banda. Ustaritz estaba a disgusto y Caparrós, a los 20 minutos, reconoció su error y retrasó a Iraola, movió a la banda a Javi Martínez y metió a Ustaritz en el centro del campo. Hasta que a los 40 minutos lo retiró mareado por un golpe que bien pudiera haber sido la consecuencia de la sombra de Robinho.

Aun así mandó el Athletic unos 20 minutos, fruto de su presión y de sus ganas, que se saldaron con dos actuaciones grandiosas de Casillas, que repelió un mano a mano con Iraola y un cabezazo impecable de Llorente a centro de Koikili.

Hasta que consiguió dominar el partido, el Madrid apenas se entrometió a ratos, eso sí, con la prestancia del toque. A los diez minutos, seis jugadores del Madrid se asociaron al primer toque para que Raúl soltara un quiebro de los suyos, mandando a Ocio a ver la grada, pero su disparo lo despejó Aranzubia, bien colocado. Cuando más dominaban los de Schuster, el árbitro auxiliar anuló un gol a Sergio Ramos por fuera de juego tras cabecear un libre indirecto. La mejor lectura para el Athletic es que había conseguido igualar la disputa con un rival superior. Lo había conseguido a base de un esfuerzo supremo, de una presión exigente que le garantizaba avanzar sobre el campo y llegar a los dominios de Casillas. El sacrificio tuvo su final.

Tras el descanso, el Athletic parecía entregado. Con menos presión, menos juego. Y el Madrid, aún sin deslumbrar, sin combinar con la belleza que se le supone (o que le suele dar Guti), se antojaba el jefe de la estación. Él ordenaba el tráfico de los trenes. Sneijder decía cuál debía ir por la izquierda, cuál por la derecha, mientras el tranvía rojiblanco iba por vía estrecha. Y llegó Van Nistelrooy, casi de incógnito, olvidado en el área, como Raúl en plan proletario, y largó un derechazo imponente, seco y colocado que mató la disputa y abrió el festejo madridista.

La igualdad se fue a pique en un instante. Sneijder era la hormiga hacendosa que poco a poco se hizo con el balón, con el medio campo, con el espíritu del partido y con el toque que el Madrid necesitaba para acosar a un Athletic un tanto angustiado y más que agotado.

El gol de Van Nistelrooy fue una losa casi definitiva. La montaña creció un kilómetro para el Athletic, puesto a merced del toque de Sneijder y la exhibición física de Sergio Ramos, con jurisdicción en toda la banda. Robinho, ya libre por las inmediaciones del área, largó un derechazo contra el poste de Aranzubia que acalló a La Catedral.

La jugada sancionó una jerarquía que apenas tuvo pequeños brotes de insolencia rojiblanca en un par de acciones a balón parado o en una entrada más racial que efectiva de Koikili, reclamada como penalti de Diarra por una mano inexistente.

El clásico tuvo tanto lustre como diferencia. El Athletic aguantó medio partido a un Madrid obrerista que acabó en plan arquitecto con un Athletic agotado en su propia ambición y que malgastó sus escasas balas mientras le empujó el corazón. Al final, se impuso la cabeza y la destreza de un delantero de manual: casi desaparecido en combate, actor de reparto, Van Nistelrooy acabó por comerse la película.

Aitor Ocio y Van Nistelrooy pelean por el balón.
Aitor Ocio y Van Nistelrooy pelean por el balón.ASSOCIATED PRESS

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