Un don nadie
Hay gestos especialmente reveladores, por más silenciosos que parezcan, sobre todo frente a declaraciones fuertes como las de Edmilson, denuncias que al fin y al cabo acostumbran a provocar la catarsis del vestuario. Ninguno es más significativo que el protagonizado por Ronaldinho, que se borró del partido después de que la mayoría le identificara como la oveja negra de la plantilla. Su nombre está a diario en boca de sus compañeros, de los entrenadores y de los aficionados y, sin embargo, no se da por aludido, como si cuanto se discute en el Barça nada tuviera que ver con su figura. Funciona como un autónomo y a cada jornada reclama su momento.
Así que el viernes calló cuando se vio en la lista de convocados por Rijkaard pese a que sólo se había entrenado un cuarto de hora y el sábado se salió de la relación por sentirse cansado después de haber descansado. Ni siquiera las lesiones son comunes en el universo de Ronaldinho, cuya regresión en la cancha ha sido sobrecogedora. Antes marcaba goles, después transformaba faltas y al final ha dado tantos pases atrás que ha acabado por salirse de la cancha. Juega a la carta de manera tan descarada que ayer pasó del encuentro, una circunstancia muy a tener en cuenta porque se trataba precisamente de medir el sentido de la autoridad de Rijkaard desde la alineación.
Había apuestas cruzadas sobre la posibilidad de que el entrenador sentaría a Ronaldinho en el banquillo y el futbolista optó por no figurar siquiera en el acta arbitral, una manera muy cómoda de quedar a salvo en unos momentos muy delicados, de no ponerse en evidencia incluso, como ocurrió con Brasil ante Perú y Uruguay, de protegerse del referéndum de la hinchada. Una vez perdida la condición de número uno, Ronnie ha dejado de ejercer desde hace tiempo como segundo capitán del Barça y frente al Recrativo dimitió como futbolista. Hoy es un don nadie que ni siquiera merece el calificativo de "gandul" porque sería menospreciar el legado del inolvidable Romario.
La mayoría de sus actuaciones son sospechosas últimamente. Ocurrió cuando fue sustituido ante el Lyon y al día siguiente alegó una lesión, sucedió cuando reapareció de manera acolchonada en Stuttgart y pasó ayer en el momento en que se negó a asumir el rol que le asignara el entrenador. Ya no es una cuestión de tripa sino de cara. El honor se defiende en la cancha y, con su mutis de anoche, Ronaldinho dejó sin argumentos incluso a quienes le defienden de críticas como las que le señalan como el culpable de contaminar a un equipo que tiene problemas para solucionar los partidos más sencillos, señal de que la enfermedad es más seria.
De la misma manera que responsabilizar a Ronaldinho del problema del Barça sería simplificar demasiado, sí se puede afirmar que el Barça tiene un problema muy serio con Ronaldinho. Ayer reculó cuando se le pedía un paso al frente. Si el jugador no tuvo ningún miramiento con el equipo, el club no debería ser contemplativo con un futbolista que se escaqueó de manera cobarde. La grandeza de un número uno se demuestra precisamente cuando le tratan como uno más. Ronnie fue ayer el peor después de haber sido el mejor del mundo en mucho tiempo.
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