Partido de hierro
Nadal y Ferrer, que apreció el tenis después de trabajar una semana como albañil, vencen en sus debuts y se miden mañana
Rafael Nadal se marchó un segundo antes que la multitud. Llevaba el paso largo y el gesto serio. Acababa de ver desde un palco cómo David Ferrer, su amigo, vencía a Novak Djokovic (doble 6-4). El número dos no estalló en gestos de alegría. No aplaudió ni se abrazó con el golfista Sergio García, su compañero en la grada. La tensión competitiva se impuso a la amistad. Nadal, vencedor de Richard Gasquet en el partido inaugural de la Copa de Maestros (3-6, 6-3 y 6-4), abandonó la pista, se reunió con su equipo y pronunció un apodo de cinco letras para referirse a su rival: Ferru. El mote describe a un tenista y adelanta las armas con las que se luchará un partido. Ferru es, como suena, hierro en catalán. Ferrer y Nadal se enfrentarán mañana. En juego, billete y medio de la clasificación para las semifinales.
"Lo veo negro. Rafa las devuelve todas y, cuando está fino, no ves portería. Como Federer, está en otro nivel. Hay que aprovechar los momentos clave". Ferrer resumió en una frase su actitud ante la vida. Siempre destacó por su capacidad para valorar lo ajeno y despreciar lo propio. Nada más instalarse entre los 100 mejores del mundo, se autoproclamó el peor tenista de la historia en lograrlo. Requería un tratamiento de choque. Y le encerraron bajo llave.
Ferrer fue un adolescente con un desinterés exagerado por los entrenamientos. Amaba la competición, detestaba las prácticas. Ese planteamiento vital le colocó ante una situación límite. Cumplió 17 años, dejó la raqueta y trabajó una semana de albañil. El choque con la vida de asalariado rozó lo excesivo. El chico se deslomó poniendo ladrillos. Cobró 30 euros. Y enseguida volvió a entrenarse. Sabía lo que le esperaba si no se empleaba a fondo en la pista. La dureza de Javier Piles, su técnico, dispuesto a todo para convencerle de que entrenarse era un deber con horarios estrictos.
"Contra Djokovic he entrado con confianza, sin sentirme perdedor ni inferior", explicó. "Aquí todo es durísimo. Cada partido es una final. Ahora veo las cosas de otra forma. Ya no les tengo el mismo respeto [al resto de jugadores]. No salgo tenso, sino a disfrutar", continuó. "De mis otros partidos con Nadal", añadió el número seis, "he aprendido que hay que correr mucho. Hablamos de entrenarnos aquí, pero no hemos coincidido. No es por que estemos en el mismo grupo. Somos muy amigos. Nos conocemos mucho. No hay nada que saber el uno del otro".
Antes de que Ferrer desarmara a Djokovic, Nadal sudó tinta china ante Gasquet. El francés abrió el partido con mano de cirujano. Estuvo arrebatador con su juego de contraataque. Preciso en el riesgo. Y triunfal en su disección del español: machacó su revés para aprovechar el campo abierto a la derecha.
Contra eso, Nadal recurrió a su vieja receta de piernas y corazón inflamado. Perdió el primer set. Quedó atrapado en la red de Gasquet. Y recuperó terreno logrando que el partido pasara de la calma chicha a la mar picada. Obligado a golpear en movimiento, Gasquet se ahogó y Nadal venció. Fue una revuelta sin épica. Una victoria industrial, desde el sudor. "Estaba un poco nervioso al principio", reconoció. "Empecé con pequeñas dudas. Luego, jugué un poco más agresivo", prosiguió; "le di ritmo a las piernas y eso fue importante. En el segundo set he tenido un cambio de actitud, con más ritmo y más dirección en los golpes. Antes jugué sin el suficiente nervio e intención en el revés. Me repetía: 'Cuando me active, el partido va a cambiar".
Por otra parte, el italiano Di Mauro recurrirá ante el Tribunal de Arbitraje (TAS) contra la sanción de nueve meses y 40.000 euros por apuestas ilegales. "No creo que el problema afecte a los mejores. La tentación puede existir a un nivel más bajo, me sorprendería que ocurriera al más alto nivel. Ya hay muchísimo dinero en el tenis. Sería correr un riesgo estúpido", dijo Federer. "Yo lo veo todo limpio", cerró Nadal.
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