Manual para padres
Un libro enseña técnicas de pirateo para vigilar el uso que los menores hacen de la Red
"Espiar a los hijos es casi un deber". La declaración de principios aparece en la página cuatro de Técnicas de hacker para padres (Creaciones Copyright), encima de la identificación del depósito legal. Escrito por Mar Monsoriu, es un verdadero manual de espionaje informático para progenitores preocupados por el uso que sus hijos hacen de la Red.
Mezcla el lenguaje asequible con la vocación de control absoluto. Si lo aplican, los padres podrán leer hasta la última coma de lo que sus críos escriben en el correo electrónico; sabrán qué páginas visitan; con quién chatean; qué fotos suben a la Red, y cuánta ropa llevan puesta al utilizar la webcam. Si son impacientes, podrán hacerlo en directo.
El manual explica cómo incorporar al equipo de casa sistemas básicos de restricción de contenidos, los que pueden conseguirse con una llamada de teléfono al proveedor de Internet. Y contiene herramientas mucho más abrumadoras: un capturador de teclado (key-catcher), por ejemplo, indetectable por los programas antivirus; con capacidad de almacenamiento de un año; controlable a control remoto... "El mismo que tienen instalados los ordenadores de la OTAN", asegura la autora. El libro indica dónde comprar y cuánto cuesta el dispositivo: de 170 a 253 euros, según el modelo.
Monsoriu, periodista, ingeniera y experta en nuevas tecnologías de la Generalitat valenciana, escribió el manual por encargo. Al leerlo, sin embargo, se comprueba rápidamente que el asunto la inquietaba: las horas que pierden los chavales jugando online; el éxito de páginas en las que los menores cuelgan sus propias fotos, "muy subidas de tono" (como www.votamicuerpo.com); los vídeos con escenas pornográficas que los adolescentes "dedicaron a sus parejas por la webcam" y terminan circulando por la Red; el acoso cibernético entre escolares y los "depredadores sexuales o pederastas". Aunque estos últimos, señala Monsoriu -no es cuestión de alarmar a nadie-, son un peligro mucho más excepcional que los anteriores.
La autora es partidaria de que los padres adviertan a los niños que van a instalar los controles. Pero aconseja no decírselo a los adolescentes. "Reaccionarán exigiendo su derecho a la intimidad, y el control se convertirá en una fuente de conflicto", afirma.
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