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Reportaje:

El Niño apasionado

Sergio García se encara con un espectador el último día del último torneo del curso

Carlos Arribas

"Drama en Valderrama". El periodista televisivo inglés que ya a las nueve de la mañana ensayaba su resumen de la jornada ante la casa club del campo que acoge el Volvo Masters jugaba sobre seguro. Drama, como sinónimo de emoción, suspense, seguro que se produciría. Y se produjo con abundancia: ganó el último torneo del año, el mejor dotado del circuito europeo, y, con él, la Orden del Mérito, el favorito, el inglés Justin Rose, que salió con cuatro golpes de ventaja pero terminó necesitando un birdie de cinco metros en el segundo hoyo del desempate triple con su compatriota Simon Dyson y con el danés Soren Kjeldsen. Lo que no podía prever el prevenido presentador era que también se produjera drama en su versión española, el drama que rima con pasión, temperamento, carácter sanguíneo, aunque, visto con perspectiva, siempre saldrá alguno diciendo que estando Sergio García desatado todo era posible. Hasta probable.

En la vida de una persona hay cosas que cambian. En julio, cuando dejó escapar una victoria segura en el Open Británico con un bogey en el último hoyo, García dejó de ser el mejor jugador que nunca ha ganado un grande para convertirse en el jugador que tiró el Open. "Pero estoy contento", dijo tras terminar con +17. "Será difícil que esté más cerca de ganarlo y no lo consiga. Y he demostrado que soy lo suficientemente bueno para hacerlo. Lo que tengo que hacer es conseguirlo".

Hay cosas que permanecen inmutables, pegadas a los genes como un chicle. Como la escasa resistencia a la frustración. El Niño comenzó la temporada soltando un lapo en el agujero de un hoyo tras fallar un putt en el torneo de Miami, y la terminó, ayer, convertido en destinatario de un sermón del jefe del circuito, George O'Grady, después de terminar con nueve golpes un hoyo en el que se plantó de dos en el green.

Fue en el décimo. Par cuatro. Los árbitros disfrutaron narrándoselo en los walkies-talkies, de hoyo a hoyo. Falló para birdie y volvió a fallar el putt de vuelta, dejando la bola a centímetros. Entonces, en lugar de embocar y conformarse con el bogey, García dio, airado, un palazo a la bola, que salió del green. Cuatro golpes más necesitó para terminar el hoyo. El calor acumulado lo fue liberando durante los hoyos restantes, hasta agotarlo en la calle del 16, donde tras un mal golpe lanzó el hierro al suelo. Un espectador, a cinco metros, le voceó: "A ver si jugamos al golf", y él se volvió desafiante, gesticulando con los brazos un par de veces: "Ven tú aquí a ver cómo lo haces". El calentón desembocó en su mejor golpe de la semana, un pitch pleno de toque y maestría para eagle en el 17.

En la caseta de firmas le esperaba O'Grady con quince minutos de charla. El jugador no hizo comentarios sobre la conversación, pero el director del circuito contó que había sido una charla de hombre a hombre, en la que le exigió que se disculpara. García pidió perdón y prometió no hacerlo más. "La presión, la pasión, el viento, llevan a hacer tonterías", dijo O'Grady. "Valderrama es un campo apasionado y Sergio, un jugador muy apasionado".

Sergio García, en el torneo de Valderrama.
Sergio García, en el torneo de Valderrama.AFP

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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