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Disfraces para aliviar la espera

Personajes del siglo XIX amenizan las largas colas para visitar el Prado

Una hilera de hombres y mujeres ataviados con vestimentas del siglo XIX atraviesa a las 11.30 las puertas del Museo del Prado para pasear por los alrededores de la pinacoteca. Abren la comitiva dos guardias civiles, con los trajes abotonados y el tricornio originales del cuerpo.

Tras ellos, los 33 botones de una sotana visten a un cura que camina en solitario. Después, parejas de hombres y mujeres con sombreros de copa y miriñaques avanzan con paso suave por los jardines del Prado para hacerse fotos con los incontables visitantes que se agolpan estos días frente a las puertas del museo.

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Son actores, hasta 30, de edades muy variadas. "La gente cree que hemos salido de un cuadro, creen que somos fantasmas del XIX", ríe una de las figurantes, Natascha, que carga con cerca de 15 kilos de disfraz entre enaguas, miriñaque, falda, corsé y complementos. "Incluso han llegado a comentarnos si vestimos así porque vamos a una boda a San Jerónimo o porque nos gusta salir así los fines de semana".

Los guardias civiles, que encarnan José y José, comentan que tienen papeleo pendiente desde hace siglos. "No podemos quitar las multas aunque nos lo pidan", bromea uno de los Josés, "tenemos trámites pendientes desde que las pusimos, en el XIX", agrega el segundo.

Los guardias tienen el anecdotario repleto. "Muchos turistas creen que somos guardias. Nos preguntan precios y direcciones. Todos preguntan por el Reina Sofía y el Santiago Bernabéu, pero muy pocos por el Calderón", comenta el primer José. "Unas mujeres nos preguntaron ayer por un club de separados y otras querían saber cuándo acabábamos el servicio", cuenta, orgulloso, el segundo. "Además, se nos acercan guardias civiles reales para hacerse una foto".

Alfonso encarna al cura con sotana y sombrero de canal, con los laterales de su ala arqueadas en forma de teja. "Me piden que les santigüe", comenta entre el bochorno y la risa. "A algunos, muy devotos, les tengo que explicar que no soy un cura, sino una encarnación del siglo XIX para amenizar la espera a los turistas del Prado", asegura. "Otros me lo piden entre risas, y les bendigo, claro. Incluso me han pedido que los case". Alfonso asegura que nadie le pide confesión: "En todo caso, hay parejas que me dicen 'ande, padre, hágame el favor de confesar a éste".

Mientras, en las largas filas que serpentean alrededor del Prado, cientos de pacientes visitantes aguardan. "Tengo los pies destrozados y aún no he empezado a ver cuadros", comentaba ayer Jacinta cerca de la entrada de Velázquez. Precisamente en esa entrada, un cuarteto de cuerda toca música del siglo XIX como premio a quienes llegan a la meta tras la larga espera.

Fuentes del museo calculan que al menos 30.000 personas acudieron en la primera jornada. Ayer, los organizadores de este pasacalles del siglo XIX aseguraban que había mucha menos afluencia de público que días anteriores. Hoy acaba la función y los personajes del XIX volverán a sus cuadros. "Es una lástima," comentó Antonio en una de las filas, "hubiese querido traer a mis nietos."

Dos actores disfrazados en las colas del Museo del Prado.
Dos actores disfrazados en las colas del Museo del Prado.BERNARDO PÉREZ
Colas, amenizadas por actores, en la entrada del Museo del Prado.
Colas, amenizadas por actores, en la entrada del Museo del Prado.BERNARDO PÉREZ

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