Tortosa-Barcelona, una aventura en tren
El enlace por la costa obliga a transbordar de un 'media distancia' a un 'cercanías' y de éste a un autocar
-Un billete para Barcelona, por favor.
-Tiene el Catalunya Exprés de las 15.25 horas. Pero deberá cambiar en Sant Vicenç de Calders para coger otro tren que pasa por Vilafranca.
-Ya, pero es que yo quiero ir por Gavà.
-Perdone, pero ¿no me ha dicho Barcelona? ¿Usted adónde va?
-A Barcelona, pero me interesa pasar por Gavà, a ver qué tal. Soy periodista, ¿sabe?
A la taquillera se le pone cara de preguntarse si el hecho de que uno sea periodista es motivo suficiente para ponerse a perder el tiempo de la manera más burra una tarde de miércoles. Tal como está el patio, todavía hay graciosos que se dedican a darse una vuelta por Renfe, como si no hubiera ya bastante lío.
El billete hasta Sant Vicenç cuesta 6,45 euros. Del trayecto restante la taquillera no dice nada y el periodista, un poco avergonzado, no se atreve a preguntárselo. El tren atiende en el andén. Un media distancia cómodo, década de los noventa a juzgar por la decoración. El vagón está vacío, el tren arranca al minuto. El extraño viajero que no sabe adónde va lleva consigo una hoja informativa facilitada en Tortosa que detalla las horas de llegada a Tarragona (18.30) y Sant Vicenç (18.48). Pero la nota viene acompañada también con los horarios de las paradas en Sants, plaza de Catalunya, Arc de Triomf y Sant Andreu, cuando todo el mundo sabe que eso no va a ocurrir. Más allá de Sant Vicenç de Calders reina el inquietante hic sunt leones ('aquí hay leones') de la cartografía romana cuando no tenía el terreno suficientemente explorado.
La amortiguación del tren no ha mejorado desde los tiempos del Interrail Pasamos por la Zona Franca y el Pueblo Español, el clásico de los parques temáticos
El traqueteo del media distancia es considerable, tomar notas es un ejercicio de contención del boli. No ha mejorado la amortiguación del tren desde los tiempos del Interrail, años setenta, con el que algunos descubrimos Europa.
L'Aldea-Amposta, 17.35 horas; L'Ampolla-Perelló-Deltebre, 17,42; L'Hospitalet de l'Infant, 18.00; Cambrils, 18.12; Salou, 18.17.
El tren se llena de jóvenes en Port Aventura (18.23). Las siluetas de las atracciones se divisan a lo lejos, bajo un cielo plomizo. Se trata de un lugar de la memoria, una memoria reciente que habrá que señalizar en el futuro, de acuerdo con la nueva ley. Por ejemplo: "En estos terrenos, el 3 de abril de 1992, el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, tuvo un recuerdo emocionado para el empresario modelo Javier de la Rosa". O bien: "Inspirándose en esta montaña rusa, el día 30 de mayo de 2005, el consejero de Gobernación Joan Carretero conceptualizó la andadura política del tripartito como el dragon-khan". El parque temático, ya se ve, excede los límites del recinto y alcanza a la Renfe, que promete emociones no inferiores a las del Far-West, el México de los Incas o la Antigua China Imperial. Sin ir más lejos, el rótulo luminoso del vagón y la voz en off que anuncia las paradas del Catalunya Exprés no han dejado de repetir que el tren muere en la estación de Francia, opción por cierto ni siquiera contemplada en la hoja informativa de Tortosa, aunque no menos falsa que las anteriores.
El paso por la petroquímica de Repsol, ya oscureciendo a la entrada de Tarragona (18.35), tiene un aire desolado, entre Blade Runner y la escena de la lucha por el control del puente de Apocalypse Now. El convoy ha ido llenándose. En la estación de Sant Vicenç (19.00) se hace evidente que la situación es de excepcionalidad y movilización general. Los andenes están llenos, las bocas para acceder al subterráneo apenas dan para ingerir tanta carnaza de viajero atribulado. En el pasillo bajo las vías, una chica colombiana con chaleco fosforescente de la empresa Cecof, recién salida de la agencia de empleo temporal, distribuye el tránsito con voz muy dulce.
-Sitges, Vilanova y Gavà, andén número cuatro, señor.
-No llevo billete, señora.
-No importa, no están pidiendo billetes, señor. El cercanías que atiende es de pura batalla, con grafitos en sus costados como los del lanzagranadas del puertorriqueño en el filme de Coppola. Hay algarabía, poca luz para leer, una megafonía afónica que a la altura de Castelldefels (19.54) avisa de que hay que bajar en Gavà (20.05) y proseguir en autobús hasta la plaza de Espanya. "Disculpen las molestias", añade la voz entre frituras, pero nadie la escucha. Frente a la estación se hallan estacionados una docena de grandes autocares (de unas 60 plazas). El camino hasta ellos está escoltado por guardias de seguridad de Renfe y del Cuerpo Nacional de Policía. Ni rastro de los Mossos. Se llena rápidamente un autobús que anuncia las XXIII Jornadas de Exaltación del Tambor y el Bombo, a celebrar en Moratalla (Murcia) del 29 de febrero al 2 de marzo de 2008. Es el autobús al que el periodista sin rumbo hubiera querido subirse, pues la exaltación del bombo daba mucho juego, pero debe conformarse con un sobrio Scania 113, matrícula de Almería.
La gran diligencia se mueve con soltura por las callejas de la zona industrial de Gavà, luego enfila la C-32 que pasa junto al Canal Olímpico -más parque temático- y al cabo va a buscar la Gran Via por la C-31. Pero a la altura de Ikea -¿no tienen límite las tematizaciones?- se sale del main stream para adentrarse en la Zona Franca hasta tomar la calle del Foc, pasar por delante del Estadio y del Inef -¡que no decaiga!- y alcanzar la avenida de Maria Cristina, dejando a mano derecha el Pueblo Español, gran clásico fundacional de los parques temáticos, creado en 1929. El periodista sigue con ganas de comentar cosas sin atender al reloj y pregunta al chófer por las causas de semejante periplo turístico. "Ni idea; a todos nos hacen venir por aquí", dice el profesional, con cara de "a mí que me registren".
Bajo las torres venecianas (20.42) el espectáculo, ahora sí vigilado por los chicos de la boina fláccida, es el de una gran exposición del transporte al que han acudido compañías de toda España. Allí están en alegre cofradía los del Hotel Tocina de Albolote (Granada), los Contreras de los Transportes Públicos de Andalucía, los Hermanos Robles de Bujalance (Córdoba), los Del Río de Barcelona, los Hermanos Cano de Ripollet, los Morante de Jaén, los Galsa Bus de Granada. También está, confraternizando con los demás, el autobús de la exaltación del bombo de Moratalla.
El periodista flâneur, sin más excusa para seguir perdiendo el tiempo, se indigna ante el flagrante olvido de la pandereta, noble instrumento de percusión mucho más cascabelero que el bombo y que a su juicio identifica con mayor precisión el alegre país Catalunya Exprés en que vivimos.
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