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Columna
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Telmo y los genoveses

Es casi imposible tener perspectiva serena sobre política y políticos, porque lo que hacen nos afecta a todos. Y eso sin contar con que España es un país terriblemente faccional, apasionado y partidista. Un faccionalismo de banderías, divisor, que en principio nos es extraño, pero que cada día la derecha de la madrileña calle Génova nos trae más a Galicia. Así que, implicados y obcecados, olvidamos completamente que los políticos son como los demás.

Es cierto, tienen ambición, pero ¿quién no la tiene? Todos ambicionamos conseguir un afecto, o retenerlo; conseguir un trabajo, un puesto, un reconocimiento... No son distintos a los demás mortales. Son personas con familia, amigos, sentimientos, perros y gatos... ¿Y, acaso, si los pinchásemos no sangrarían como cualquiera? En el juego de poder, los políticos son guerreros que luchan, pero los guerreros también sufren. Si recordamos eso podremos ver con perspectiva el sufrimiento de algunos políticos y así, comprendiendo al ser humano que va bajo la armadura violenta, los respetaremos más. No debemos desearle a un político lo que no deseamos para nosotros.

En ese sentido, aunque estemos en radical y absoluto desacuerdo con sus posturas políticas, aunque nos enfaden, debemos guardar cierta consideración para las carreras protagonizadas por Mariano Rajoy y Alberto Núñez Feijoo. A ambos les tocó una suerte semejante, aunque quizá tengan finales distintos: recibieron una herencia maldita. A ambos les fue prometida una herencia opulenta pero, luego de un proceso de discusión familiar lleno de incertidumbres, incidentes y litigios, y cuando finalmente llegó el momento de recibir la herencia, les fue arrebatada por alguien ajeno a la familia. Además, de la familia enemiga. Cómo no sentirse estafado, humillado y herido. Es muy difícil para cualquiera sobreponerse psicológicamente. ¿Cuántas personas en esa situación serían capaces de aceptarlo y reconocer a quien finalmente heredó como gobernante legítimo? Y ahí hay que ponerle un positivo al Núñez Feijoo: encajó algo tan duro de un modo pasable.

Pero eso no quita que su situación sea un verdadero tormento que sólo él conoce, atrapado entre lo viejo y lo nuevo, entre las ataduras de un pasado que no desaparece y la búsqueda de algún futuro posible. Ahí está Telmo Martín, un hombre joven que en realidad es un político viejo. Un resto de lo que fue el PP en Galicia, corrupción descarada, desvergonzada y sin límites. La más vieja Galicia, la que nos dejó en herencia tantos desastres y caos en todos los ámbitos, el urbanismo, Reganosa, la Cidade da Cultura, dos superpuertos adosados, la destrucción del natural..., que está costando tanto ordenar y racionalizar. medio natural, que está costando tanto ordenar y racionalizar.

El PP gallego nació de la victoria de Alianza Popular sobre la UCD, aquel intento frágil, fugaz y fracasado de civilizar a la derecha española. Aquella AP de Manuel Fraga se levantó sobre el apoyo de verdaderos campeones de la economía "informal", contra bando y marea: Terito, el Patriarca, Ligero, Bea Gondar, Nené Barral...El fracaso y descomposición de la UCD gallega hizo que todos los conseguidores cayesen en la cazuela de Fraga Iribarne y, reunidas al fin todas las viejas estructuras heredadas del Régimen, resultó el PP gallego: una estructura densa y extensa que penetró el territorio y la sociedad, la economía, la ideología y hasta la imaginería y los símbolos. Nuestra derecha no se levantó sobre una clase industrial o financiera, no sobre el empresariado industrial y financiero catalán o vasco, sino sobre un estadio económico anterior, aventureros sin escrúpulos que burlan las leyes para imponer su ley a sus vecinos.

Y para imponer sus precios. Leemos con pasmo que el señor Telmo Martín dice que lo que publicó este periódico, las pruebas de la extorsión a los compradores de viviendas sociales y del fraude fiscal es "el precio de estar en política". Ahora estamos conociendo que el precio de estar en política en esta derecha gallega son los euros negros conseguidos con chantaje a las familias más humildes. Núñez Feijóo está emparedado entre la calle Génova y sus abanderados y el pasado, pero alguien debe dimitir, o él o Telmo.

Al Pacino protagonizó El precio del poder, al menos aquel personaje no disimulaba ni se metía en política. También protagonizó Atrapado por su pasado. Todo está en el cine.

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