Millonario, coleccionista de arte y de tatuajes
Borja Thyssen desafía a su madre, Tita Cervera, con un matrimonio que ella desaprueba
Durante años, Borja Thyssen fue apenas una sombra, un chico encorbatado, que aparecía siempre escoltando a sus padres, con aire sombrío, en alguna inauguración museística. Su madre, Tita Cervera, tenía grandes proyectos para él. Nacido en 1980, y adoptado con todas las formalidades por el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, con el que Tita se casó en 1985, Borja era descrito por la ex miss como un chico modelo. Adoraba el arte, era un joven preparadísimo, políglota y exquisitamente educado para mantener bien alto el apellido de la dinastía industrial alemana.
La baronesa luchó con uñas y dientes para preservar sus derechos de Thyssen y su parte de la herencia del barón, a la muerte de éste, a causa de una hemorragia cerebral, la primavera de 2002. Luchó y triunfó pese a la formidable oposición de la amplia familia Thyssen-Bornemizsa, integrada por cuatro ex esposas y cuatro hijos. Borja se hizo así con una fortuna que nadie ha sabido precisar, pero que las estimaciones más modestas calculan en varios cientos de millones de euros. Cinco años después de aquel episodio, el triunfo de Tita tiene un sabor amargo. La baronesa, reconvertida en mecenas del arte, reclamada por políticos e instituciones ansiosos de asociarse con la marca Thyssen, se enfrenta a una situación que no controla. Ve con horror cómo su hijo gasta sumas fabulosas en coches de lujo, en anillos traídos de Birmania, en apartamentos y en viajes y se aleja de los museos y las galerías de arte. La inicial pasión de coleccionista -se cuenta que el barón le regaló un goya para despertar su afición- se ha ido enfriando, después de una etapa en la que el joven Thyssen parecía totalmente convertido a los gustos pictóricos de su madre, comprando obras de autores contemporáneos poco conocidos. La transformación ha sido lenta. Todavía el año pasado recibía el homenaje, por su actividad de mecenas, de la Academia de Bellas Artes de Cádiz, que le hizo miembro de honor. Pero, en la ceremonia, estuvo representado por su madre.
Tita atribuye este sesgo en la vida de Borja a la influencia de una sola persona, la modelo Blanca Cuesta, 10 años mayor que él, con la que se casó el martes pasado en una iglesia de Terrassa, sin su consentimiento y en su ausencia. Boda que celebraron ayer, con una gran fiesta en una finca segoviana. La nueva lady Thyssen es una chica desenvuelta, que no se caracteriza por su elegancia en las poses. Y en cuanto a Borja, el chico tímido y larguirucho ha dado paso a un joven de aspecto mastodóntico, que luce bíceps tatuados y cabeza rapada. Un joven rebelde a su estilo, dispuesto a gastar su fortuna sin consultar a su madre.
La baronesa -pensando quizás en la seguridad económica de sus dos gemelas, adoptadas hace algo más de un año- se queja de que a este paso dilapidará la herencia en unos pocos años, porque ninguno de los dos trabaja. Pero se equivoca.
Borja Thyssen y su mujer han sabido rentabilizar la fama, ganando cientos de miles de euros en reportajes vendidos a las revistas del corazón. Especialmente a ¡Hola1, que ha comprado la exclusiva de la boda polémica. Con su abierta hostilidad al matrimonio, Tita sólo ha conseguido multiplicar los beneficios de la operación, porque no hay nada más cotizado que un escándalo.
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