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Reportaje:NACIONAL

Celebrando el 'sueño español'

Madrid acoge las Noches del Ramadán y un festival iberoamericano

E n la segunda mitad del siglo XX, Nueva York fue la metrópoli más atractiva del planeta, desplazando a París y Londres. Hoy, quienes sostienen que Shanghai está destronando a Gotham subrayan el vigor económico de la ciudad china y el hecho de que su skyline -el perfil dibujado por sus rascacielos- corresponde mucho más al siglo XXI que el neoyorquino, desmochado además por el brutal derribo de las Torres Gemelas. El asunto puede discutirse, pero hay algo crucial que le sigue faltando a Shanghai con relación a Nueva York: libertad y multiculturalidad.

Una de las cosas más divertidas de Nueva York es la continua celebración de festivales callejeros de sus comunidades culturales: el Saint Patrick's Day de los irlandeses, el Año Nuevo de los chinos, la Semana del afroamericano Harlem, la fiesta de San Gennaro en Little Italy, el Colombus Day de los latinos... En realidad es algo más que divertido, es la expresión del alma de una ciudad que sigue haciendo honor a la divisa inicial estadounidense, ese laico y federal E pluribus unum (Uno hecho de varios) evocado el lunes en este periódico por Andrés Ortega.

En Estados Unidos se usa la fórmula positiva del 'American dream'; en España, muchos prefieren la peyorativa del 'efecto llamada'

Los especialistas en los asuntos de Bruselas suelen hablar de la necesidad de una Europa a varias velocidades; pues bien, quizá deberíamos empezar a hablar de la realidad de una España a varias velocidades. Hay una España, la de los nacionalismos varios, muy tenaz (Peridis lo describe con su ya célebre raca-raca) y muy ruidosa (el llanto y crujir de dientes de las sempiternas querellas identitarias y simbólicas). Sobre las últimas ocurrencias de las viejas tribus de la piel de toro (quiero celebrar un referéndum; en mi radio sólo se habla catalán; banderita, tú eres roja, banderita, tú eres gualda...) encontrarán en estas páginas análisis inteligentes. Pero también otra España, de pocos años de edad, que tiene nuevos acentos, colores de piel, creencias religiosas, maneras de vivir y de expresar el amor, gustos musicales y culinarios y otras muchas cosas añadidas a la secular diversidad patria. Es la España alumbrada por los varios millones de extranjeros instalados aquí en busca de trabajo o de ocio, y en todo caso, de libertad.

La próxima semana, la segunda de octubre, coinciden venturosamente en Madrid dos festivales que celebran al modo neoyorquino esta nueva España. Organizadas por la Casa Árabe, se celebrarán en Lavapiés las Noches de Ramadán. Entre otras actividades, músicos de Argelia, Sudán, Irak y Marruecos llevarán a un parque del castizo barrio madrileño el ambiente de verbena popular que, al caer el sol, se respira en las ciudades musulmanas al final del mes de ayuno. Es una nueva prueba del modo ejemplar -nada de progromos, guerras exteriores o recorte interior de las libertades- con el que la inmensa mayoría de los españoles ha respondido a los atentados yihadistas del 11-M.

No es ésta la única primicia: una institución pariente de la anterior, la Casa de América, comenzó el pasado viernes el festival VivAmérica, cuyo momento culminante será el desfile de carrozas, grupos musicales y asociaciones de inmigrantes que en la tarde del 12 de octubre convertirá la Castellana en un espacio lúdico de encuentro iberoamericano. Ya era hora de que le saliera un competidor europeo a la tradicional parada de ese mismo día en la Quinta Avenida..., y qué mejor lugar para ello que Madrid, la ciudad que verdaderamente nunca duerme.

Desde finales del siglo XIX, la permanente aportación de sangre fresca -irlandesa, italiana, polaca, china, judía, latina, india, paquistaní, rusa...- constituye una de las razones del poderío norteamericano. A partir de ello, los estadounidenses han construido lo que el profesor Ignacio Sánchez-Cuenca llamaría un discurso ganador, el llamado American dream (el sueño americano), y lo han convertido en una imagen de marca colectiva. Pero en España no, faltaría más; en España, los muchos políticos y periodistas que siguen instalados en nuestro rancio pesimismo histórico hablan con temor y escándalo de lo que denominan peyorativamente el efecto llamada. Y poca gente osa formular un discurso positivo sobre el Spanish dream (el sueño español).

Bien gestionada, la nueva diversidad que se ha sumado a la vieja diversidad española es un gran activo para nuestro país. A partir de los éxitos y fracasos de otros modelos de integración como el anglosajón y el francés, aquí podríamos construir una multiculturalidad no de guetos donde rija la ley de cada cual, sino de diversidad unida por la libertad, la igualdad y el derecho. Quizá es lo que está ocurriendo en la práctica sin que nadie lo teorice.

Respecto a los dos festivales, el musulmán y el iberoamericano, que se se celebran en Madrid hay una buena noticia adicional. Ambos están promovidos conjuntamente por el Gobierno de España, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la ciudad. Nunca mejor dicho, la suma de todos.

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