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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Regreso al bienestar

La taquilla, cerrada desde antes de vacaciones, desprende ese olor indefinible a toalla húmeda, desodorante y goma gastada. Nuestro hombre vuelve a encontrarse con las zapatillas deportivas, los shorts, la vieja raqueta de squash abandonada al fondo, un día de estos habría que tirarla. Se cambia metido en meditaciones sobre la salud, como un cura que se prepara para oficiar en la sacristía. Hay cierto rigor funerario en el aire: serán las taquillas, que parecen nichos. No hay alegría en el vestuario, el Barça -tema preferente de las conversaciones- siembra excesivas dudas en este inicio de temporada. Habrá que resignarse a sufrir. De eso los parroquianos del club deportivo saben bastante: qué otra cosa hacen, sino sufrir en el gimnasio.

La vuelta de las vacaciones comporta algún sacrificio, como recuperar la forma física

Ahí está la Technogym Run-XT Cross Training, aguardando a nuestro hombre desde hace semanas. Es una de esas cintas en la que marchas sin moverte del sitio, tan antimachadianas, las pobres, al andar no haces ningún camino, te quedas clavado en tu propia sudoración. La empresa constructora del artefacto se llama Wellness Company, la Compañía del Bienestar, cuánto optimismo. Se trata de una empresa italiana -eso se deduce por las instrucciones de funcionamiento, que están en esa lengua-, pero evidentemente prefiere dar nombres anglosajones a sus ingenios y bien que hace, porque el inglés es muy adecuado al deporte, sintético, rápido, rebosante de saludable confianza. En cambio, el italiano es demasiado prolijo, invita al circunloquio, al devaneo, a la relajación finalmente: estupenda lengua para la villeggiatura, pero incompatible con el dinamismo exigido por el deporte.

Bueno, pues vamos allá con el Technogym Run-XT. Nuestro hombre no va a correr, con un paso de marcha fuerte le basta. Vamos a ver, antes del verano seleccionaba una velocidad de 6,2 kilómetros por hora, que ya es gambar. Quita, quita: para empezar no va a superar los 5,5 km/h, siendo el primer día tampoco hay que exagerar. Tiempo previsto: un cuarto de hora. Si se puede. Se puede, pero te deja muerto. Hay un momento crítico a los cinco minutos, cuando los muslos empiezan a protestar y quedan todavía dos tercios por cubrir de la hazaña autoimpuesta. Cof, cof.

Nuestro hombre sale ahora de la cinta haciendo eses, con la cara congestionada. Toma aire y lentamente se dirige a la zona de la espaldera para practicar unos ejercicios de abdominales. Se estira sobre una colchoneta, las piernas flexionadas, las manos en la nuca, arriba, abajo, arriba, abajo. Demonios: antes de las vacaciones hacía tres series de 30 con dos pausas intermedias. Ahora, tras la primera tanda, decide que hará sólo otra tras haber recobrado las fuerzas. (Por cierto, lleva un pinganillo en la oreja, escucha la radio, podría ser periodista).

Venga, que no hay para tanto. Nuestro hombre parece querer autoconvencerse de ello cuando encara otro aparato de la fábrica italiana, éste llamado lacónicamente Technogym Excite. Pues excitación, ninguna, la verdad. Más bien tortura: se trata de darle a unos pedales, arriba, abajo, arriba, abajo, y a la vez mover unos bastones laterales, adelante, atrás, adelante, atrás, como si se hiciera esquí de fondo. El monitor le dice al hombre que esta máquina es conocida como "elíptica" y que está especialmente indicada para el sistema cardiocirculatorio. Pues hala, a ver si llega para un cuartito de hora como los de antes de las vacaciones. Puf, puf. A los 10 minutos le conviene abandonar y eso que el velocímetro no ha pasado de los 120 giros por minuto. La mocita de al lado ya le estaba dando al pedal antes de que nuestro hombre se aplicara, y ahí sigue, la descarada, ¡a 140 giros por minuto, como si tal cosa! Más vale no deprimirse, trata de razonar el hombre mientras encara un nuevo ejercicio.

Las pesas no pueden hacerle ningún daño. Especialmente si se limitan a los tres kilos, nada de heroicidades. Pues vaya, cómo pesan, las condenadas. A ver, una tanda de 15 por cada brazo, llevándolas desde la altura del muslo hasta la oreja. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Bueno, vamos a dejarlo en doce... Seis, siete, ocho... Con diez puede valer, nuestro hombre repite como una letanía para sus adentros que el primer día no hay que exagerar. De modo que da por concluida la sesión y se acerca al joven y musculoso monitor, con quien tiene la siguiente breve conversación.

-¿Cómo ha vuelto el personal de las vacaciones?

-Bueno, el verano ya se sabe, uno se deja ir y luego cuesta recuperar.

-Dígamelo a mí.

-No, si ya, ya. Pero yo creo que la gente vuelve con ganas.

-¿Está usted seguro?

-Sí.

Lo dicho: el optimismo del bienestar deportivo.

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