Obsequio de campeón

El campeón mundial de baloncesto regala espectáculo. Sea en Japón o sea en Sevilla, ante el rival más peliagudo o el más discreto, en partidos decisivos o en el arranque de un torneo, el Campeonato de Europa, que nunca ha ganado, pero en el que apechuga con la responsabilidad de favorito descarado. Vale la pena ver a la selección española en cualquier postura. Lo sufrió el combinado portugués en sus carnes y lo celebró el entregado público, que se lo pasó en grande en el pabellón de San Pablo. Se cumplía justamente un año desde la consecución del título mundial y la mejor camada que ha alumbrado el baloncesto español lo celebró disfrutando y haciendo disfrutar.

Fue todo sencillo y brillante a la vez, aparentemente fácil. Pocos equipos son capaces de mostrarse tan sobrios y espectaculares a la vez. Es posible que alguno raye alguna vez a su altura, pero no es descabellado asegurar que ninguna otra selección está en disposición de maravillar y prodigarse de tal manera. Los combativos portugueses, desde luego lejos de la élite europea y a años luz del campeón mundial, quedaron reducidos a cenizas. Sólo durante los dos primeros minutos planeó alguna duda sobre el reinicio de la epopeya de Japón. Los exteriores portugueses, Da Silva y Santos, enlazaron una racha de tres triples en cuatro intentos. Pero la defensa española ajustó sus piezas, apretó las clavijas y empezó la fiesta remontando el 1-5 de salida, tan fugaz e irreal como un espejismo. Bastaron los ocho minutos restantes del primer cuarto para que el equipo español diera una muestra de la soltura y claridad de ideas con la que afrontó su estreno en el Eurobasket.

Garbajosa dejó buen sabor de boca en su vuelta a los cinco meses y medio de su lesión

En un visto y no visto, España engrasó la máquina. Sin nervios, sin ninguna clase de precipitación, pero al mismo tiempo con desparpajo y decisión, echó mano de su arsenal. De eso se trataba en definitiva en un arranque ante un rival inferior, con algunos jugadores que actúan en la Liga LEB, la Segunda División española.

Pau Gasol se prodigó y empezaron a echar chispas las diversas conexiones del equipo con acciones electrizantes entre Calderón y Pau, entre Cabezas y Mumbrú, entre Sergio Rodríguez y Berni Rodríguez. Los portugueses las pasaban canutas cerca del aro, donde recibieron una buena ración de tapones. Sufrieron de tantas réplicas tácticas a las que tuvieron que hacer frente: una zona, una presión por toda la pista, constantes dos contra uno, contraataques a velocidad de vértigo. Muchas cosas. Un magnífico banco de pruebas para abrir boca.

Pepu Hernández volvió a aplicar sus máximas, empezando por dar minutos y exigir rendimiento a todos y cada uno de sus jugadores. Al final del primer cuarto, España ya ganaba por diez puntos y por 25 en el descanso. El único peligro estribaba en que el equipo se dejara ir, que bajara el pistón más de la cuenta o se contagiara del flojo juego del rival. Nada de eso sucedió. Además, el seleccionador brindó nada menos que 18 minutos a Garbajosa, que reapareció cinco meses y medio después de su grave lesión y del culebrón en que se convirtió el visto bueno de su equipo, los Raptors, para autorizarle a disputar el Europeo. Las evoluciones del pívot madrileño -ocho puntos y cuatro rebotes- dejaron un buen sabor de boca, aunque tanto él como todo el equipo necesitan pruebas mucho más exigentes para certificar su nivel.

La lesión de Navarro fue la única nota negativa del feliz cumpleaños de un equipo que volvió a imprimir las huellas dactilares que dejó en Japón.

''La gente está con la selección''