Médicos españoles en un Israel 'normal'
El hospital público de Haifa, protagonista del docudrama 'Rambam', que emitirá TVE
El paciente, Yazid, tiene tres años y un tumor cerebral que le está dejando ciego. Varios neurocirujanos israelíes le operan. Junto a ellos, la española Raquel Iglesias, de 28 años. Y pegada a esta anestesista, un cámara de televisión y un sonidista que siguen cada uno de sus movimientos. Este quirófano es por unas horas el escenario donde se graba el docudrama Rambam. Una serie que pretende mostrar la vida cotidiana en Israel a través de la experiencia de cinco médicos españoles que están de prácticas en el hospital público de Haifa.
A los cinco se les ponen los pelos de punta cuando oyen la palabra reality. Borja Merry del Val, 29 años, cirujano ortopédico, deja claro en cuanto puede, como sus compañeros, que no se embarcó en esta aventura televisiva para hacerse rico ni famoso. Durante su estancia, estos doctores cobran el salario de sus hospitales en la Comunidad de Madrid. Les atrajo la posibilidad de trabajar como uno más en un hospital extranjero -los permisos gubernamentales llegaron justo cuando la anestesista, la radióloga y los tres cirujanos traumatólogos pisaban por primera vez Israel- y conocer desde dentro este país, "origen de grandes avances en medicina", destaca Carlos Álvarez, cirujano traumatólogo de 27 años. "Un país con una situación única y muy complejo", según lo define Raquel.
Resignados, aceptaron "pagar el peaje" de trabajar con cámaras que les siguen como sombras; pero ni siquiera el mes y medio transcurrido ha logrado que se olviden de ellas para desesperación del director, Hervé Hachuel. Se los ha llevado al mar Rojo, a Eilat, una especie de Benidorm israelí, a ver si se soltaban. Pero, imposible. "La espontaneidad absoluta es muy difícil. Los pacientes no se acostumbran y no puede ser que el abuelo al que trataré en unos meses me haya visto la víspera en la tele bailando con una copa en la mano", explica el cirujano Daniel Serralta, de 28 años. TVE emitirá Rambam en dos capítulos de una hora hacia febrero o marzo, según Hachuel.
El director de la serie, que se presenta como "el primer Hachuel nacido en España en 500 años", desde que los Reyes Católicos expulsaron a los judíos en 1492, parió este proyecto para "contar el país sin conflictos, para enseñar que Israel es un país normal". ¿Qué les ha sorprendido a los protagonistas de la serie en su inmersión israelí? "Existe más convivencia de la que esperaba entre los árabes-israelíes e israelíes judíos y también con los palestinos", responde Serralta. Los enfermos que acuden al hospital Rambam, con mil camas, les han descubierto el crisol social del Estado judío: inmigrantes llegados de la ex URSS, el Magreb, Europa, Latinoamérica o Etiopía, además de árabes israelíes -el 9% de la población de Haifa pero el 40% de los pacientes- o drusos, una enigmática secta del islam.
Esta mezcolanza de orígenes y de idiomas no es la única sorpresa. "Choca tener un paciente de 23 años en tratamiento por una fractura abierta en las dos piernas, pero no por un accidente de coche, que sería lo normal en España, sino por un misil antitanque" o "comer al lado de un tío con una metralleta en el suelo", cuenta Álvarez, asombrado.
Hachuel ataca sin miramientos lo que considera "un tratamiento injusto de Israel en los medios". EL PAÍS es una de las dianas de su ira. Quiere mantener su proyecto al margen del conflicto israelo-palestino, pero destaca orgulloso que Yazid, el niño que yace en la sala de operaciones, es palestino, "de Yenín", en la Cisjordania ocupada por Israel. Explica que le operan médicos israelíes gracias a un "fondo conjunto del Gobierno israelí y del Centro Peres para la Paz". Y se pregunta cómo tratarían los médicos palestinos a un paciente israelí. "Varias decenas de palestinos son atendidos cada año en el Rambam", dice la directora adjunta del hospital, Yaffa Peres.
En este docudrama no hay lugar para la ocupación. Aunque es difícil obviarla del todo. Grabar el viaje de Yazid y su padre hasta Haifa requirió el permiso del Ejército para filmar en un puesto militar que el paciente y su padre debían cruzar en el linde entre los territorios palestinos e Israel.
También fue inesperada la barrera del idioma. La radióloga María Santillana menciona la "curiosa sensación de ser analfabeta" porque las indicaciones y los historiales están en hebreo. Con el personal sanitario no hay problema porque hablan inglés. Con los pacientes es difícil: pocos lo dominan para explicar sus síntomas.
Artium ya tiene el alta. Álvarez echa un último vistazo a su pie, encorsetado en una futurista prótesis de finos alambres que corregirá una grave malformación. "¿Te duele?", le pregunta en inglés. El doctor que supervisa su trabajo traduce al ruso. El crío contesta sonriente en su silla de ruedas. Y se despide ante la cámara camino a casa.
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