El gran verano del discóbolo
Mario Pestano disputa hoy su primera gran final con aspiraciones a medalla
A Mario Pestano se le veía venir desde hace tiempo, y no sólo por su inmensidad corporal (1,95 metros, 120 kilos, brazos como jamones, puños como martillos pilones), pero tardaba en llegar. Primer error: a este reproche siempre responde: "Jo, que sólo tengo 29 años; que los lanzadores, hasta los 39, tenemos carrera". Le vio llegar Charly Burón, ojo clínico, que se lo llevó a León a entrenarlo junto a Manolo Martínez. Segundo error: en León, ciudad pequeña, el guanche se asfixió. Encontró aire en Barcelona. Junto a Luis Lizaso, Pestano tuvo el oxígeno para dejar respirar a su sensibilidad, para que todo lo aprendido en la ciudad del Bernesga sobre el disco, sobre las manos, sobre la inercia, el feeling y el swing, floreciera.
Junio, julio y agosto han visto al tinerfeño instalarse en la élite de la elite mundial: ocho lanzamientos por encima de los 65 metros y, sobre todo, presencia continua en las reuniones codeándose, a cierta distancia, con los intocables: el gigante lituano Virgilius Alejna (2 metros, 130 kilos, dos oros olímpicos, dos mundiales) y el estonio Gerd Kanter (1,96 metros, 121 kilos, el segundo de Alejna).
Hoy, en la final, estará con ellos, pero no entre ellos -"no, aún no; ellos son capaces de responder con un lanzamiento de 71 metros a uno de 70; son otro mundo"-, pese a que el 2 de julio, en Atenas, el día en que dejó el récord de España en 68,26 metros, Pestano superó por primera vez a Kanter. "A ver, a ver", dijo el domingo tras lograr la clasificación, "después de lo hecho este verano, ahora toca hacerlo bien de verdad".
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