_
_
_
_
FÓRMULAS QUE MUEVEN EL MUNDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lo inmanente

Javier Sampedro

Gill Bejerano descubrió hace cuatro años los elementos ultraconservados, ultras para abreviar. Se trata de 481 segmentos del genoma humano, cada uno con más de 200 letras, que están conservados al 100% en el ratón y la rata: unos textos que no se han podido permitir una sola errata en 200 millones de años.

Ser un ultra es una verdadera extravagancia en genética. Consideremos un gen platónico: una secuencia de 900 bases (letras del ADN) que significa una proteína de 300 aminoácidos, según el código genético que traduce cada serie de tres bases por uno de los 20 aminoácidos del léxico.

Incluso las proteínas más antiguas y fundamentales para la vida celular toleran cambios de aminoácidos que pueden llegar a alterar el 50% de su secuencia. E incluso en los tramos de la proteína, donde la secuencia de aminoácidos es constante, el gen suele exhibir hasta un 25% de cambios sinónimos, pues hay varias series de tres bases que significan el mismo aminoácido. Un tramo de 200 letras conservado al 100% durante 200 millones de años es el equivalente genético de un ovni. Así que hay 481 ovnis en el genoma humano.

Bejerano y su jefe en el Howard Hughes Medical Institute de Santa Cruz, David Haussler, se quedaron particularmente intrigados con uno de los ultras. "Tenía unas cuantas copias en otros lugares del genoma humano", explicó después Bejerano, "y lo encontramos en todas las especies para las que tenemos genomas, de las ranas a los humanos". Cuando puso todas las secuencias en fila para compararlas, Bejerano se quedó de piedra definitivamente: la que más se parecía a la humana era la del ¡celacanto! (Nature, 441: 87).

La manida metáfora del fósil viviente se le puede aplicar sin el menor complejo a este pescado de pesadilla nacido en el devónico y al que se creía extinto desde finales del cretácico, hasta que se descubrió el primer ejemplar el 23 de diciembre de 1938, a 30 kilómetros de la costa surafricana. El segundo ejemplar tardó 14 años en aparecer en las Comoros.

En el celacanto, el ultra es todavía un trasposón activo (SINE), un descendiente de los retrovirus que salta de un lugar a otro del genoma. De hecho, el anciano pez ha acumulado más de 200.000 copias en su genoma por esa razón. Los humanos sólo tenemos 245 copias inertes. Mejor, ya que el ultra es una de ellas: un elemento de control crucial del gen humano islet1, el regulador clave del desarrollo del páncreas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_