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Columna
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Éxodo imparable

Juan Carlos Navarro jugará la próxima temporada en la NBA. Salvo para el Barça y la ACB, se trata de una buena noticia, como lo es siempre que se da la oportunidad de ver a nuestros grandes jugadores enfrentarse a los mejores. La etapa europea de Navarro había llegado claramente a su fin. Probablemente lo hizo ya al final de la temporada pasada. Ha ganado todo lo que se puede ganar y su crecimiento como jugador, constante a lo largo de todos estos años, pedía a gritos otro tipo de competencias, adversarios y escenarios más motivadores que una nueva repetición de compañeros, lugares y torneos. Tocado el techo en Europa, su viaje nos permitirá conocer su valor real y definitivo, una vez que se enfrente a la más exigente de las asignaturas.

Guste o no, esto no hay quien lo pare y el éxodo de jugadores españoles hacia la NBA sólo parece dispuesto a crecer. Dejando a un lado al pionero Fernando Martín, Pau Gasol abrió una puerta hace un lustro que se agranda año tras año. Raúl López, Calderón, Garbajosa, Sergio Rodríguez y ahora Navarro. En la recámara, y a falta de poner una fecha a su aventura, Marc Gasol, Rudy Fernández, Felipe Reyes, Fran Vázquez y, por supuesto, Ricky Rubio. Unos jóvenes y otros veteranos, algunos curtidos y otros imberbes. Lejos quedan los tiempos en los que parecía haber una edad ideal para dar el salto. Esto ya no es cuestión de DNI, sino de elegir el momento y sobre todo el lugar. Porque por encima de la madurez y otras cuestiones, el destino elegido u obligado cuenta tanto o más que los kilómetros recorridos.

Nadie se puede rasgar las vestiduras, pues sería como pretender que Fernando Alonso corriese sólo el Campeonato de España. La NBA, aún con su actual crisis, es un universo fascinante, donde cualquier jugador que se precie debe probar. Es una cuestión de cajón. Si a los grandes deportistas una de las cuestiones que les distingue es su irrefrenable ambición por ser y llegar más lejos, quedarse a mitad de camino atenta contra su propia condición.

Además, hay otras cuestiones nada intrascendentes. En la NBA se gana más dinero y la competición dura de octubre, cuando empiezan los entrenamientos, hasta abril-mayo o como mucho junio, si es que tu equipo llega a las finales. Esto significa de tres a cinco meses sin competición. Tiempo suficiente para descansar, cumplir con los compromisos publicitarios, recuperarte de lesiones, trabajar aspectos individuales y hasta aburrirte. Compárese con el sistema europeo. Por si fuera poco, los europeos han pasado de ser considerados algo exótico a convertirse en piezas cotizadísimas por poseer algo de lo que las nuevas generaciones de circenses jugadores norteamericanos carecen: sentido del juego colectivo. ¿A alguien le puede extrañar que todos quieran ir a un sitio donde les reclaman cada vez con más convencimiento, van a jugar contra los mejores, ganar más dinero, descansar durante más tiempo y ser conocidos en el mundo entero? Pues eso.

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