Las guerras de Richard Thompson
El músico inglés cumple cuatro décadas de carrera con el disco 'Sweet warrior'
Estandarte del folk-rock británico, maestro de las seis cuerdas, desheredado del éxito..: a Richard Thompson (Londres, 1949) le han llovido etiquetas desde que arrancó en los sesenta como cofundador de Fairport Convention. Ninguna similar a la aportada por Rufus Wainwright: "Es tan ferozmente heterosexual que me da miedo", dijo de Thompson tras colaborar éste en su reciente disco. Y Richard se desternilla: "Creo que sé a lo que se refiere, encuentra mi música demasiado agresiva". ¿Agresiva? Más bien afilada y siempre tersa, aunque es cierto que su nuevo álbum, Sweet warrior (Proper / Dock), encierra historias de violencia y conflicto. "No es conceptual, pero casi todas las canciones tienen que ver o con la guerra o con relaciones sentimentales problemáticas. Sólo me di cuenta al final", confiesa el cantautor, afincado en Los Ángeles.
Los asuntos guerreros del disco cuentan con Dad's gonna kill me (Papá me va a matar) como corte de referencia. "Dad es la forma con la que los soldados allí destinados se refieren a Bagdad. Siempre me interesó la jerga de la tropa y me preguntaba qué lenguaje saldría de Irak. Pretendía mostrar mi simpatía hacia ellos y acabé escribiendo un tema antibélico". ¿Reacciones? "Muy buena la de los soldados, no tanto las de sus familias. Estados Unidos es un país muy dividido respecto al conflicto".
Sweet warrior llega repleto de electricidad, tras el acústico Front parlour ballads de 2005. Y Thompson emplea por primera vez sección de cuerda en una de las canciones, aunque su banda incluye a la violinista Sara Watkins, miembro del trío Nickel Creek. "Ella ofrece aquí sonidos de influencia celta. Es cierto que a los 18 años dejé de emular a otros guitarristas, pero no he parado de aprender de gente que toca otros instrumentos".
El propio músico coproduce Sweet warrior junto a Simon Tassano, habitual técnico de sus directos. Eso no impide un recuerdo en la charla para un hombre clave en el pasado: Joe Boyd, productor de Fairport Convention y también detrás de algunos de los magníficos trabajos grabados luego por Richard junto a Linda Thompson, su mujer hasta 1982. Boyd acaba de recuperar notoriedad con un libro autobiográfico, Bicicletas blancas. "Una fotografía auténtica de los sesenta. A Joe le gusta grabar de manera muy sencilla, con un sonido muy natural, y por eso resultaba bueno regresar a él".
Coincidiendo con el cuadragésimo aniversario de Fairport Convention, su formación de 1969 (salvo la fallecida Sandy Denny) se reunirá en agosto sólo para actuar en el festival inglés de Cropredy. "Para mí supone una gran suerte haber seguido haciendo música", reconoce. "He estado muy ocupado últimamente y no sé muy bien por qué". Su lista de extras impacta. Participó, por ejemplo, en el ambicioso proyecto de Hal Willner para rescatar tonadas de la tradición marinera. Allí coincidió con su hijo, Teddy Thompson, cantautor como él. "Le doy algún consejo musical, pero ha salido más listo que yo respecto al negocio".
Richard en solitario registró en vivo, no hace demasiado, un disco de versiones, 1.000 years of popular music, con temas que iban del folk anglosajón de hace 10 siglos a Britney Spears. Y se atrevió a lidiar con Werner Herzog para poner banda sonora a Grizzly man, su último filme. "Lo admiro desde hace mucho. También me planteo a menudo escribir un musical o algo similar, pero los apuntes siempre acaban en la papelera".
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