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Vela

Alinghi deja para hoy la sentencia de la mejor final del siglo

Tres, dos, uno. Se reanuda el espectáculo. No, no es un remake. Los protagonistas son los mismso y los actores de reparto, también, porque son los mejores; pero el guión nada tiene que ver con los anteriores.

Tres cachetes bien dados y New Zealand se derritió como un azucarillo. Ni mala suerte ni nada, derrotado totalmente por la habilidad de la tripulación, por el buen pulso del enigmático Ed Baird y por el mejor barco. La derrota del New Zealand de ayer es casi defintiva por cómo ocurrió. Los duros, los coriáceos, los imperturbables ante los desastres naturales, no aguantaron el cuerpo a cuerpo al que les sometió el Alinghi, prácticamente el primer cuerpo a cuerpo en las seis regatas de esta final.

La regata era tan bella y tan diferente como todas las anteriores. Alinghi había dominado gran parte de la primera manga, pero a los quince minutos se llevaban cero metros de diferencia, y cinco minutos después lo mismo. Igualdad total, hasta que Alinghi se fue buscando mejores vientos y los encontró peores. New Zealand pasó por delante la primera baliza y también la segunda. Subió a por la tercera y penúltima ganando metros con autoridad. Hasta 80 metros de ventaja. El empate a tres estaba en sus manos. Entonces, Alinghi, escorado fuera del campo de regata, viró y se lanzó a tumba abierta contra el barco del New Zealand. La proa del Alinghi apuntaba amenazadoramente contra New Zealand. Los 80 metros bajaban a 70, a 60, a 50, a 40, a 30, a 19. Alinghi viró para no estrellarse y New Zealand también, preparándose para un segundo ataque. Alinghi volvió a coger velocidad y se fue a por los kiwis, pero el duelo quedó en tablas. A la tercera, en cuanto tuvo velocidad, Alignhi enfiló hacia New Zealand, que viraba antes de lo necesario sin haber cogido velocidad, y lo pagó. Alinghi se fue con 30 metros de ventaja, pero, sobre todo, con un golpe definitivo a la moral del aspirante.

Alinghi puede conseguir hoy su quinto y definitivo triunfo ante los neozelandeses. Da igual que no roben espacios prime time en televisión; da igual que sus hazañas se escondan en los rincones de los papeles, o que vayan de boca a boca. Ha sido, día a día, un espectáculo inigualable. Hoy, quizás, por última vez.

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