Alto riesgo de infarto
La tercera regata de la Copa del América, tan espectacular como anárquica, da el segundo triunfo al 'New Zealand' sobre el 'Alinghi'
Embarazadas, personas con marcapasos... la mera visión del deporte de la vela puede causar daños irreparables en su organismo. La advertencia viene al caso porque no hay avisos en el puerto de la Copa del América y la organización puede encontrarse con más de una querella si esto sigue así.
Las tres de la tarde y el campo de regatas es un campo de minas. Seis nudos de viento en la salida, nueve en el otro extremo; en un lado con dirección de 80 grados y en otro a más de 130. Retraso tras retraso, Peter Luigi, el bigotudo jefe de jueces, decide dar la última oportunidad a las 17.10; o a casa.
El New Zealand aguanta en la madrugada (el domingo la audiencia superó a los All Blacks de rugby). En el campo de regatas hay agujeros negros, de menos de seis nudos, y montañas como el Everest, de más de diez nudos de viento, pero nadie sabe dónde.
Como un obús, el Alinghi se lanza a la aventura. El New Zealand se queda parado. Sin salir ya tiene ocho segundos de desventaja. El Alinghi se va confiado por la izquierda, el New Zealand por la derecha. No han pasado ni cinco minutos cuando una ráfaga pone a los kiwis 100 metros por delante. Alinghi se va en busca del rumbo de New Zealand, pero sólo cosecha más desventadas. Los kiwis llegan a la primera boya con 83 segundos por delante. Imposible de remontar en circunstancias normales.
En la empopada, los kiwis se dedican a marcar a los suizos, que consiguen reducir a 200 metros la diferencia. También insalvable entre campeones. Los kiwis preparan la maniobra para tomar la segunda boya. Al recoger el spinnaker, el proa se cae al agua, consigue encaramarse al bote, pero el spinnaker se va de pesca y frena el barco. Alinghi huele la sangre y va a por ellos; están a menos de 120 metros.
Ahora el que interpreta bien los vientos es Butterworth. A medio largo, Alinghi recupera la cabeza. Los kiwis se desnortan para coger metros a costa de irse fuera de campo. Alinghi no se deja enredar y se va hacia la boya. Su objetivo es ganar los metros suficientes para que New Zealand no haga valer su derecho de preferencia. Los kiwis optan por perder lo que creían ganado, por buscar la otra esquina. Hay más de 1.500 metros de separación. El ojo humano no puede apreciar quién va delante.
Y sí, New Zealand se pone por delante 40 metros, segundos después los suizos recuperan el liderazgo por la misma distancia. Es una locura, una espectacular locura. Después de 16 millas de regata, no se sabe qué pasa. Al Alinghi, con el triunfo en la mano, le tiemblan las velas; New Zealand confía en una brisa loca, chupándoles el liderazgo de la final de la Copa del América más interesante del siglo.
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