"Me he sacado una espina"

Hace algo más de un año, Joan Plaza estuvo a punto de tirar la toalla. Pretendía hacerse con un nombre en la ACB. Soñaba con entrenar a un equipo de primera línea empezando desde abajo, quizá desde la LEB. Llamó a algunas puertas de la división de plata y, una tras otra, se le cerraron como si nadie confiase en su capacidad como máximo director. Entonces, cuando se preguntaba qué hacer con su futuro, llegaron los directivos del Madrid y le dieron el primer equipo, un histórico europeo venido a menos. Sin pensárselo dos veces, Plaza, que durante años había estado a la sombra de Aíto García Reneses y luego de Bozidar Maljkovic, aceptó la bomba de relojería que pusieron en sus manos.

Ayer, diez meses después, con la consecución de la Liga en el Palau, Plaza puso la guinda a un pastel que ha confeccionado durante todo el curso con los mejores ingredientes y excelentes resultados. "Estoy subido en una Harley desde hace un año y no sé cuándo voy a bajar", confesó después de repartir agradecimientos para sus jugadores, para sus colaboradores y, especialmente, para los directivos que confiaron en él. "Ellos se la jugaron más que nadie. Los tuvieron cuadrados al ofrecerme el equipo y para ellos va mi máximo agradecimiento", enfatizó con una amplia sonrisa.

Plaza ha logrado lo que ni siquiera en sus mejores sueños se había imaginado Ramón Calderón: el doblete liguero: en el fútbol y el baloncesto. "Éramos muy optimistas, pero esto supera todas las expectativas", reconoció el presidente del Madrid después de haber sufrido de lo lindo en el palco sentado junto a su homólogo barcelonista, Joan Laporta. "Ahora la gente no pensará que somos tan malos. Ganar el doblete es un momento precioso para mí y compensa de muchos sinsabores y ataques injustificados", añadió. "Esto no se conseguía desde hace 40 años", proclamó eufórico y con las cuentas un poco confusas: el último doblete de este tipo lo logró el Madrid hace 21, en el curso 1985-86.

La afición azulgrana respetó escrupulosamente la celebración del Madrid. En el medio de la pista, como si estuvieran en su casa y a diferencia de lo que sucedió en 2000, cuando ya conquistó el título en el Palau y tuvo que enfilar el vestuario corriendo, Raúl López, Mumbrú, Tunçeri y compañía pudieron explayarse, botar y hasta cortar la red.

Más que ninguno lo festejó Felipe Reyes, designado el mejor jugador. "Me he sacado una espina", dijo. Como jugador de Estudiantes, ya había recogido demasiados sinsabores en el Palau y estaba deseoso de cambiar el curso de la historia. "Había perdido muchos títulos en esta cancha. Así que tenía ganas de ganar algo importante aquí. Ganar en el Palau siempre sabe mejor", admitió Reyes, la cruz del Barça y de su afición.

Pero, lejos de atribuirse el mérito, el pívot del Madrid quiso compartirlo con sus compañeros. "Tan sólo un equipo de grandes jugadores puede conseguir esto en una pista como la del Palau. Este título se ha ganado por el equipo, no por las individualidades, y porque somos una piña", afirmó Reyes, que también agradeció a Plaza el trabajo realizado: "Sin él, nada de esto habría ocurrido".