El artista de los títulos de crédito
Habla sin tregua porque, en su trabajo, "tengo que contar muchas cosas en muy poco tiempo". Kyle Cooper (Salem, Massachusetts, 1967) es el responsable de las secuencias iniciales de filmes como Seven, Donnie Brasco o Spiderman, pequeñas películas cortas en las que se resume, con originalidad y precisión, el espíritu de lo que se cuenta a continuación. Una tarea que lo convierte en un artista "porque utilizo mis propios materiales en el proceso de montaje, cuando escojo aquello que me interesa para crear una pequeña pieza". Pero siempre en comunicación constante con el director, ante el que debe responder. Por eso, este artista del minimalismo cinematográfico afirma que "cuanto más confianza tiene un director en mi trabajo, más libertad tengo para crear".
Cooper, homenajeado en Cinema Jove, habló ayer ante los medios de comunicación sobre su trabajo. Las más de 200 películas a las que ha adornado, en su principio y en su final, con su imaginación. Como Seven, la cinta de David Fincher en la que la secuencia inicial transmite la misma sensación de inquietud que el resto del filme. "Jugué con una idea de Fincher, que quería que los créditos fueran difíciles de leer", dice Cooper antes de explicar que "el espectador tiene que elegir entre leer los créditos o ver las imágenes de detrás, porque es imposible hacer las dos cosas a la vez".
Seven lo lanzó a la fama, pero también produjo "una cierta intranquilidad en los directores que me contrataron a partir de entonces". Por ejemplo, John Frankenheimer, director de La isla del doctor Moreau. "Insistió en que cada uno de los nombres estuviera seis segundos en la pantalla, para que se pudieran leer bien", cuenta divertido para subrayar que "la velocidad es la que determina la ilegibilidad de unos títulos de crédito".
Aficionado a "hacer reír a la gente", Kyle Cooper utiliza un elemento recurrente en muchós de sus trabajos: el ojo. "Es que es un símbolo muy poderoso y, como mi trabajo consiste en narrar mucho en poco tiempo, he de recurrir a iconos eficaces para hacer esa narración". Así se explican los ojos de animales que se van transformando en La isla del doctor Moreau, un perfecto resumen del filme, o el fascinante ojo de la secuencia inicial de Nightwatch, de Ole Bornedal, metáfora del objeto de deseo del asesino en serie que retrata el filme.
En una tarea tan peculiar como la que desempeña Cooper dentro del proceso de producción de la película, está muy presente la música, acompañante casi necesario de los créditos y un elemento que "puede salvar o estropear mi trabajo". Aunque eso no impida que muchos espectadores abandonen la sala de proyecciones cuando comienzan los títulos de crédito. "Por esa razón, los estudios piden muchas veces dar más importancia a los créditos finales, bien para que el público salga alegre de la sala, bien para introducir alguna broma", concluye.
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