Un capuchino, y a la playa
Paseo de compras y terrazas por Cagliari, capital de Cerdeña
"Mamma mia!"... El viajero que llega a esta ciudad insular se asombra ante una de las mejores caras de la Italia mediterránea. Un café en Suizzero y una pizza en Bataclán sirven para abrir boca.
Lo haga como lo haga, ya sea por tierra, mar o aire, el viajero que llegue a Cagliari lo primero que dirá será "mamma mia!". Eso sin saber lo que le espera. La visión del Palazzo Municipale y de la Via Roma, con todos sus edificios porticados, es lo que tiene, que transmite.
Cagliari es la capital de Cerdeña. Con sus casi 180.000 habitantes, es el motor cultural y económico de la isla. Universidad, mercados, teatros, historia, cafés, museos, bazares... hacen de ella una ciudad en movimiento. Tiene varios pisos, graduados sin orden, y el vestíbulo es el puerto y los edificios que lo preceden. Sin duda es una visión agradable. Constituyen la antesala del barrio portuario, conocido como La Marina, desconchado con gusto, y con los contrastes que suele acarrear un distrito así: bares, tráfico, tranvías, taxis, peatones, cláxones en las calles más anchas y lo inesperado: las emboscadas y el silencio en los subterfugios internos. En el rectángulo que conforman Via Roma, Largo Carlo Felice, Via Manno y Viale Regina Margherita burbujea el oscuro brillo de la ciudad cuando está enchufada a la naturalidad de un puerto.
Una vez en La Marina, el viajero podrá ocupar una mesa en el café Suizzero, en el Largo Carlo Felice. Se trata de un café chapado a la antigua. Guarnecido con mesas de mármol, sillas de madera, lámparas que descienden como arañas, vitrinas llenas de dulces sardos, fotos añejas. Allí huele a chocolate, y entre los clientes destacan viudas millonarias acompañadas de nietos que aguardan la propina y jóvenes salidos de un escaparate.
Si el viajero prefiere la cerveza, encontrará el café Savoia, en la Via Baylle, y su acogedora terraza, sobre todo para fumadores, porque en Italia el vietato fumare va en serio. Callejeando estas calles descubrirá un puñado de iglesias, talleres artesanales, trattorias, plazas menudas, librerías de saldo, ropas tendidas, fachadas ajadas con mensajes de amor en varias tonalidades y alguna que otra cuesta. Pero que nadie se asuste: en la primera planta, el Ayuntamiento ha instalado ascensores.
MERCADOS Y 'TRATTORIAS'
Un sábado por la mañana, el viajero con pasión por los mercados no dejará de visitar el mercado de San Benedetto. Desde primera hora, el bullicio aborda los puestos de frutas y verduras montados, como la ciudad, para ordenar el caos. A su lado, el viajero se deleitará con los enormes bloques de parmeggiano que asoman de las queserías, o con el puesto especializado en caracoles. Allí los precios se gritan mientras los capuchinos van de mano en mano y los cuchillos seccionan la mañana con garbo. Las banderas del Cagliari (azul y grana) rivalizan con las de Italia y con pósteres de los mundiales de 1982 y 2006. "¡Guarda que bello!", vocifera una dependienta sujetando un pollo y requiriendo al viajero. "¡Guarda, guarda; quatro polli, cinque euro!".
Ma donna!, dónde voy yo con cuatro pollos...
Al viajero atraído por las antigüedades le costará salir de la Stampace, el barrio que va desde Piazza Carmine hasta el Anfiteatro romano, a la izquierda de La Marina. Tampoco se le ocurrirá faltar el domingo por la mañana al Rastro de antigüedades que se despliega en la Piazza Carmine, ni a la tregua del Jardín Botánico.
En la Via Sassari podrá indagar en los anticuarios La Nobile Arte y Antichittà. Si le invade el hambre no tendrá más remedio que dudar entre Bataclán, trattoria de las genuinas (tres mesas, manteles de cuadros y carta sin malabarismos), y La Vecchia Trattoria, en la Via Azuni, 55, un clásico difícil de declinar, ubicado entre las iglesias de Santa Anna (¡qué escalinata!) y Sant Michele, tan barroca. El barrio de la Stampace exhibe un ramalazo de pueblo que choca con el resto de la ciudad: está lleno de casas bajas y curiosidades. Cuenta con la Antica Enoteca Cagliaritana desde 1935 (Scalette Santa Chiara, 21), donde hay vinos de todo el mundo. Tiene en el Anfiteatro romano y en el Viale del Buoncamino su punto más alto y con mejores vistas.
En el Corso Vittorio Emmuelle, el viajero verá diversos almanaques, balcones con geranios, desfile de vespas. Y el viajero muy, muy, pero que muy católico, encontrará su sitio en la Librería Sant Eusebio. Allí podrá conmoverse con todo tipo de calendarios litúrgicos marianos, guías de oraciones y títulos como Giaculatoire invocazioni o el Rosario de la virgen de los siete dolores..., además de una amplia oferta comercial de Ratzinger.
PANORÁMICAS DESDE CASTELO
No obstante, el viajero que prefiera el centro y la agitación urbana, un piso más arriba de La Marina se dará de bruces con la Via Manno. Es la calle comercial de la ciudad. Se estira hasta la Piazza Garibaldi. En ese lugar verá tiendas de firmas italianas con sus precios a ras de cielo. También el Café Literario Cocco. Entonces palpará el cruce con Viale Regina Elena, donde se levanta el Bastione Sant Remy. Un enclave fantástico.
Como la cosa va por pisos, el de arriba del bastión es una inmensa terraza para disfrute ciudadano. Desde allí se puede observar el cambalache del tránsito en la concurrida Piazza Constituzione. Un poco más atrás del balcón está la terraza del Café degli Spiriti, el más fashion. Tumbonas, cócteles, música chill... al aire libre. También hay dos chaise longue de apariencia muy cómoda. A las tres de la tarde las ocupan dos chicas que aprovechan para sustraer resplandor al sol de la primavera. No dejan de esquerzar (bromear). Están de compras. Se toman un combinado de color rojo. Son tan italianas que no se acaban la copa, cogen las bolsas, se ajustan las gafas de Dior y se van hacia otros probadores.
El viajero tiene tan cerca el Teatro Cívico que sin darse cuenta volverá a estar embobado. Es un espacio que mantiene la estructura clásica de un corral de comedias, pero revestido a lo contemporáneo. De alguna manera desafía al Anfiteatro Romano de la Stampace.
Desde la Porta dei Leoni, el viajero estará entrando al barrio más extraordinario, el llamado del Castelo. Presidido por la Torre dell'Elefante (1307), es una caja de sorpresas. La universidad comunica con la Via Santa Croce, en cuyo inicio se esparce la terraza del café Libarium, muy cool, con una genial panorámica del puerto y del golfo de Cagliari. La coqueta Piazza de Carlos Alberto marca el preámbulo de la catedral y de la elegantísima fachada del Palazzo Viceregio, en Piazza Palazzo, el corazón del Castelo. Allí empieza la Via Marini, toda una muñeca rusa: conforme se camina van apareciendo más asombros.
Cuando se llega a la torre de San Pancrazzio, a la izquierda se distingue la iglesia de la Purissima, una de las joyas del gótico en Cerdeña, y por inercia se cruza la Piazza Indipendenza para ver La Citadella dei Musei y el Museo Arqueológico. Entonces cabe preguntarse: ¿es posible que quede algo más? Sí, es posible. Todavía queda el paseo por los Giardinni Publicci y la visita a la Galeria Comunale, museo nacional de pintura. A esta altura de la ciudad, el viajero hallará en cualquier margen un mirador donde asomarse. En ese punto, el viento que le despeina trae otra pregunta: ¿es probable que quiera quedarse más tiempo en Cagliari? No, no es probable. Es seguro.
Eusebio Lahoz (Barcelona, 1976) es autor de Leer del revés (Ediciones El Cobre)
GUÍA PRÁCTICA
Comer y salir- Bataclán (00 39 070 65 85 13). Via Sassari, 86. Trattoria. Unos 12 euros.- La Vecchia Trattoria (00 39 070 65 25 15). Via Azuni, 55. Unos 20 euros.- Antica Enoteca Cagliariana (00 39 070 66 93 86). Scalette Santa Chiara, 21. Enoteca (no sirven comida)Dormir- La Terrazza sul Porto (00 39 070 65 89 97). Largo Carlo Felice, 36. Bed & breakfast. 25 euros.- www.sardegnaturismo.it ofrece una base de datos de alojamientoen toda la isla.Información- Oficina de turismo de Cagliari(00 39 070 60 42 41; www.comune.cagliari.it).- Turismo de Cerdeña (www.sardegnaturismo.it).
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