_
_
_
_
_
Tribuna:FIRMA INVITADA | SIGNOS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Japón en Andalucía

FIRMA INVITADA

Son ya numerosos los jóvenes andaluces que en los últimos años se sienten atraídos por la cultura del Japón como adelantados del Oriente que viaja hacia nosotros, tal como Europa viajó hacia Oriente durante siglos. El peso de Estados Unidos sobre la cultura de vanguardia española es determinante aún, pero no es realista pensar que las cosas van a mantenerse así cuando el dominio económico vaya trasladándose al este, impulsado por China, India, Japón y Corea, y esa especie exótica de Zúrich oriental que es Singapur.

Hace más de 20 años, me ganó para su causa la delicadeza de una cultura, de la que provienen también, en sus imágenes más impactantes y populares, las geishas, y los samuráis, y un arte poético, el del haiku, que ha calado hondo en nuestro país y, en concreto, asómbrense, entre jóvenes escolares andaluces, como los del colegio Clara Campoamor, de Lucena. Más de 90 de ellos, tras sentirlo como propio, hace dos años, incluso trasladaron sus composiciones a un libro, titulado Haikus del mal amor. Lo abría Luis Felipe Comendador, un estudiante de 2º de ESO, del curso 2003-2004, que cantaba la tragedia del 11 de marzo, en Madrid: "Pasó la muerte/ y no tuvo tus ojos./ Hay esperanza".

Algunos pensarán que todo es producto de la moda, fomentada por varios libros de éxito llevados a la pantalla por americanos. Pero se equivocan. Son muchos los que se interesan por un Japón no falseado, por su cine, su cocina o el arte de la composición floral. Si sumamos que los libros clásicos japoneses han dejado de ser marginales aquí, pues se publican ya en las principales editoriales, no importa demasiado que, por ahora, el teatro noh y el kabuki, el té ceremonial, la pintura suiboku o la jardinería japonesa, tan relevante para la Historia, permanezcan en un segundo plano. Y no debemos olvidar que con todo ello viajan infinidad de productos industriales, desde el automóvil a la electrónica.

En una sociedad globalizada, que no ofrece muchas diferencias en la vida diaria de las principales ciudades, pues al fin las mismas firmas con sus marcas comerciales dominan las calles de Nueva York, de París o de Tokio, los jóvenes más inconformistas buscan salir de la rutina, la uniformidad y la miopía que quieren imponerles. Ante ellos se abre un puente que vuela hacia la pasión y el arte, frente a la barbarie de los dioses que regresan. De ahí que fijen su mirada, por un lado, en el refinamiento de la geisha y, por otro, en el samurái, una figura compleja, equivalente en parte a la del caballero medieval en Occidente, que tenía por emblema de su vida la flor del cerezo, hermosa como ninguna aunque efímera, que arrastra consigo el primer viento de primavera.

Campos Reina es autor de las novelas Santepar y La góndola negra.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_