Duelo de pigmaliones
La primera gala de Factor X (Cuatro) despejó algunas dudas. La primera: que no es un concurso de frikis. Era una de las opciones. O peligros. El indescriptible circo humano que concurrió a la convocatoria en distintas ciudades españolas los últimos meses, cerca de 10.000 personas, permitía esa posibilidad: el humor negro. Los tres jueces se quedaron a menudo boquiabiertos ante concursantes que se presentaban con las propuestas más desquiciadas. La criba fue dura, a veces cruel. Entre los desechados está la ya popular canción del cinturón, éxito en YouTube. Los 12 que quedaron para la fase final representan una variedad de estilos y personalidades que podrían complicar las eliminatorias si no hubiera una categoría concreta que buscar: esa intangible cualidad que llaman Factor X. Mejor eso que Eurovisión. Eso sí que es friki.
La segunda duda despejada es sobre el papel de los jueces. Jorge Flo, Eva Perales y Miqui Puig se han convertido en los verdaderos protagonistas del programa. Hasta ahora. Nuria Roca, la presentadora, quedó en una ambigua situación de comparsa. En su primera actuación, los concursantes se mostraron, en general, inseguros. Verdes. Normal. Son cantantes aficionados con un potencial que hay que pulir y ésta era su primera prueba real. Los jueces, además de seguir en su papel, son también pigmaliones. Deben moldear idealmente a sus elegidos para ganar el concurso. Gana sólo uno de los intérpretes (o grupo vocal) pero los jueces también compiten entre sí. Todo ello hace de la gala un doble enfrentamiento. Civilizado, pero con afirmaciones duras. Lenguas afiladas.
Parece inevitable comparar este programa con OT. Factor X tiene menos acento en el reality. La convivencia de los participantes y su preparación queda reducida a spots. El acento está puesto en lo que sucede en el escenario. En los cantantes. Y en los tres jueces. Quedan dos meses de actuaciones y ya se ha hecho un público. Y al público, de siempre, le gustan los duelos.
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