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Elecciones 27M
Columna
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¿Hasta cuándo podremos votar?

Lejos de mí la pretensión de equipararme con Aldous Huxley en cuanto a previsiones futuristas, aunque me da la impresión de que nos encaminamos hacia un mundo feliz, carente de esas dichosas elecciones que tanto perturban la vida de los ciudadanos. O se eliminan o se transforman en un juego semejante al de las quinielas, lo que ya está sucediendo en los últimos tiempos, tanto en Europa como en Norteamérica: Bush, López Obrador, Sarkozy...

Antes de 1893, el derecho de voto se limitaba a los poderosos de género masculino que pagaban el "censo" o impuesto (de ahía la denominación de voto censitario), que venían a repersentar el 5% de la población adulta. Esta minoría privilegiada elegía un Parlamento entre dos partidos que defendía sus intereses, tanto daba quien ganara: labour y torys en Gran Bretaña, liberales y consevadores en España... La exigencia del voto femenino surge en los inicios de la Revolución Francesa. Francisco de Miranda -precursor de la independencia de Venezuela- en una conversación con el alcalde de París, comentaba: "¿Por qué en un Gobierno democrático la mitad de los individuos no están directa o indirectamente representados, siendo así que las mujeres se hallan igualmente sujetas a esa severidad de las leyes que los hombres han hecho conforme a su voluntad?"

En lo que se refiere a España, el derecho de las mujeres al sufragio se ratificó el 1 de diciembre de 1931 en una votación muy ajustada: 131 a favor (el 28%) frente a 127 (27%), estando ausentes el 45% de los diputados. La tenacidad de Clara Campoamor fue decisiva para rebatir a aquellos diputados que pretendían retrasar los derechos femeninos "hasta que las mujeres dejaran de ser retrógradas" (Alvarez Buylla, Rico); "hasta que transcurran unos años y vea la mujer los frutos de la República y la educaciôn" (Victora Kent); o indefinidamente, "porque las mujeres son histéricas por naturaleza" (Nóvoa Santos).

Otros representantes del pueblo proponían excluir el derecho a voto de la Constitución para poder negarlo si las mujeres no votaban de acuerdo con el Gobierno (Guerra del Río) o limitarlo a las mayores de 45 años "porque antes la mujer tiene reducida la voluntad y la inteligencia" (Ayuso). Las dos únicas diputadas, Victoria Kent, del Partido Radical Socialista, y Margarita Nelken, del PSOE, aunque feministas, consideraban inoportuno el reconocimiento del voto femenino y no lo apoyaron.

De poco nos sirvió: tres años después un golpe de Estado fascista acabó con las elecciones para todos. Cuando terminó a longa noite de pedra, ya el voto estaban tomando ese cariz de lotería festiva al que aludía antes. Y en 1980, sin dejarnos apenas respirar, los gobiernos de la Transición empezaron a frenar, de acuerdo con ciertos sindicatos, las reivindicaciones salariales, y a privatizar algunos servicios públicos. No podían hacer de otro modo: nos habían metido en la incipiente Europa neoliberal. Sus organismos directores, el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, dirigidos por tecnócratas elitistas, dictaban la política general con el mayor secreto, de forma que el común de los votantes no sabía quién decidía qué.

Estos organismos y sus miembros influyentes representan lo que se llama la mundialización; es decir, un verdadero gobierno planetario, no elegido, al servicio de las multinacionales. Desde 2002, las negociaciones secretas del AMI (Acuerdo Mutuo de Inversiones) constituye una verdadera amenaza contra la soberanía de los Estados. Trata de instaurar una jurisdición que permita llevar ante la justicia a los Estados que lesionen los intereses de las grandes firmas y obtener indemnizaciones. La aplicación de ese tratado significaría la sumisión definitiva a las multinacionales, el fin de los gobiernos elegidos por el ciudadano y el entierro de la democracia. Por si acaso, yo ya voté por correspondencia en Vilalba.

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