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El asesinato del cambadés Ramón Outeda se cierra sin hallar culpable

Más de veinte interrogatorios, llamadas cotejadas desde teléfonos móviles y el rastro de un Renault Clio blanco ponen fin a una investigación que ha resultado estéril para poner nombre y apellidos al asesino del cambadés Ramón Outeda Dopazo, de 58 años, ocurrida hace casi dos años.

Lo que parecía un ajuste de cuentas añadido a la lista negra de sucesos ocurridos entre narcotraficantes de la zona es una hipótesis que se ha desvanecido por falta de pruebas. El triángulo de la investigación del grupo de homicidios de la Guardia Civil se trazó entre Galicia, Portugal y Castilla. En esta última comunidad, las pistas se centraron en Valladolid, donde los agentes siguieron, sin éxito, la pista entre individuos de raza gitana.

Sin el arma homicida, ni rastro del asesino ni del coche en el que huyó, del que se pudo comprobar que utilizó matrículas falsas, la investigación judicial se ha convertido en un caso sin resolver de un crimen perfecto.

Contrabandista de tabaco

Ramón Outeda, un hombre apreciado por sus convecinos, vivía con su mujer y sus tres hijos en el barrio de La Modia, parroquia de San Adrián de Vilariño. No se le conocía otra profesión que la de cuidar sus propias tierras y viñedos. Tenía antecedentes por contrabando de tabaco y se investigaban sus presuntas relaciones con personajes del narcotráfico de poca monta.

El 15 de junio de 2005, un hombre llamó a la puerta de su casa y nada más abrirle, Ramón Outeda recibió un disparo en el pecho. Su asesino, utilizando como arma una carabina, le remató con un segundo tiro en la cabeza y después huyó. En la casa se encontraba su nuera, pero no pudo reconocer al asesino.

Ese día, un vecino se cruzó con Outeda cuando iba con su mujer en el coche camino del mercado. Después, Ramón fue a tomarse el café rutinario al bar de Avelino el Bajo. Luego volvió a casa y su mujer bajó en el coche a la tienda de comestibles. En el trayecto se encontró de frente con el asesino, que incluso tuvo que ladear su coche hacia la cuneta para dejarla pasar. De regreso, se encontró a su marido abatido a tiros delante del portal.

De los interrogatorios sólo se pudieron obtener algunas versiones coincidentes de unos vecinos que vieron a un hombre abandonar el lugar en un Renault Clio blanco del que nada se supo, pese a que su búsqueda llevó a los agentes hasta Portugal. En la familia, nadie conocía al asesino, aunque los investigadores nunca descartaron que Ramón Outeda y su verdugo se habían visto antes. Ni siquiera su mujer pudo dar una explicación convincente. Quiso quedarse al margen y no llegó a presentar denuncia.

En los últimos 14 años, desde que se registró la primera víctima de las rivalidades entre bandas del narcotráfico en Arousa, han fallecido otras tantas personas en ajuste de cuentas. Este, sin embargo, es el primer caso que se archiva por falta de pruebas .

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